Por: Lizbeth Villeda-Rodríguez
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La pobreza energética se vive cuando no se cuenta con un servicio energético que permita satisfacer necesidades esenciales como calentar agua, cocinar y refrigerar alimentos, acceder a información y tecnología, entre otros. Las mujeres se ven más afectadas por la falta de servicios energéticos, ya que los roles de género tradicionales las obligan a desempeñar actividades para las cuales es fundamental el uso de la energía. Esto limita las oportunidades de crecimiento para las mujeres ya que tienen que usar gran parte de su tiempo para solucionar la falta de acceso a la energía.
El acceso a la energía es considerado un Derecho Humano, cuando una persona no puede satisfacer sus necesidades básicas por no contar con algún tipo de energía ya sea electricidad, calefacción o la imposibilidad de cocinar sus alimentos se dice que vive una situación de pobreza energética. Lamentablemente en México existen más de 11 millones de hogares viviendo en pobreza energética (García-Ochoa & Graizbord, 2016). Esto se visibiliza de una manera más grave cuando analizamos la condición estructural de desigualdad de nuestro país, ya que las mujeres que carecen del acceso a la energía se enfrentan a una situación vulnerable y se crea una brecha de oportunidades tanto educativas, como laborales y de bienestar.
El acceso a la energía es indispensable para lograr condiciones de vida digna, crecimiento económico y reducción de la pobreza. Las mujeres en situaciones vulnerables gastan gran parte de su tiempo en labores no remuneradas como acarrear agua, cocinar alimentos y hacer labores de limpieza; estas actividades reducen el tiempo que pueden ocupar estudiando o desarrollando habilidades, además de que las oportunidades para ellas se limitan al no tener acceso a tecnología que les facilite realizar sus actividades cotidianas o algo tan simple como un teléfono celular o una computadora con acceso a internet. La falta de acceso a la información, es una consecuencia de la pobreza energética ya que al no contar con servicio de electricidad, el uso de tecnología se vuelve casi imposible, asimismo el acceso a la educación se ve afectado; un claro ejemplo es la situación que se vive actualmente a partir de la pandemia causada por el Covid-19. Esta pandemia ha obligado a muchas personas de todas las edades a realizar actividades vía remota y con ello se demuestra la urgencia de asegurar el acceso a la energía eléctrica para todo el mundo, de otra forma la educación de niñas, niños y jóvenes se verá truncada, esto quiere decir que si antes era difícil asegurar una educación continua para niñas específicamente, ahora se dificultará aún más.
Es imposible imaginar un hogar sin servicio de energía, ya que se necesita para servicios básicos que garanticen una vida digna como poder contar con iluminación, con un refrigerador para almacenar alimentos, y para actividades que están muy marcadas por los roles de género como son que las mujeres se encarguen de preparar los alimentos, lavar la ropa, hacer limpieza entre otras, que requieren el uso de energía. Una de las maneras más viables para garantizar el acceso a la energía es la puesta en práctica de energías renovables como la energía solar, eólica, hidráulica, geotérmica o biomasa, ya que son muy versátiles en cuanto a su instalación, se pueden aprovechar los recursos de la zona y es posible emplearlas en lugares a dónde no llega la red eléctrica de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
Es importante reflexionar el privilegio que se tiene al tener cosas tan básicas como energía eléctrica, un teléfono celular, una computadora con acceso a internet, que crean un mundo de posibilidades, por lo que debemos luchar por garantizar un servicio fundamental como lo es la energía, ya que al no contar con este servicio las mujeres son las más afectadas.
Literatura citada
García-Ochoa, R., & Graizbord, B. (2016). Caracterización espacial de la pobreza energética en México. Un análisis a escala subnacional. Economía, Sociedad y Territorio, XVI(51), 289-337.
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