Por Naomi Simone Lanzagorta-Ponce
Se acercan las fechas navideñas para estar en familia y unidos (as) después de un año de muchas más pérdidas y luchas. Es noviembre y no quiero que lleguen esos días ¿te preguntarás por qué? pues la respuesta es sencilla, porque si antes sabía lo fracturada que está nuestra sociedad con respecto al papel de la mujer, hoy comprobé que también lo está en el gran pilar de casa.
Por otro lado, estoy completamente segura que el tiempo es un gran regalo y un aliado. Lo digo porque ahora más que antes me he cuestionado lo más mínimo y simple que pueda existir, llegando a esta reflexión:
Mencioné que es un año difícil por “las pérdidas”, pues no hablo solamente de las pérdidas físicas, hablo también de las emocionales y espirituales que todas hemos experimentado en algún momento de los últimos meses de pandemia. Curiosamente, en esta cuarentena sin fecha de vencimiento, pasa que he estado conviviendo con mi familia más de cerca, no como la niña de 10 años, ni como la adolescente de 16, sino como la mujer orgullosamente feminista de 23 años que me he convertido, con ganas desbordantes de seguir creciendo y aprendiendo individualmente y en sociedad, que lucha por una independencia y una libertad en todos sus aspectos.
Con esto quiero decir que mi salud emocional está en peligro de extinción por no mencionar del resto, por la simple razón que ya les mencioné: esa lucha continua de libertad en mi propio hogar, a causa de que las mujeres en mi casa creen estar en lo correcto todo el tiempo, tomando decisiones por ti misma, que aunque te digan que forjas tu propio camino, de forma indirecta, ellas son las que deciden el rumbo, cuestionando cualquier decisión que tomes por ti misma. ¿Se han sentido en una situación donde la familia es la que emite críticas “reconstructivas” que tienen como propósito “orientarte” y hacerte sentir “segura” pero lo único que logran es cuestionar tu capacidad de elección y criticar tu propia esencia cayendo en la negatividad, haciéndote sentir subestimada y poco capaz? A esto lo llamo lazos familiares tóxicos y destructivos.
Lo veo en el mínimo detalle desde cómo eligen tus huevos en el desayuno y qué trabajo deberías tener en el futuro, o cómo debería ser tu pareja, o tú forma de vestir y hablar. Y hablo de “ellas” porque son las personas que más importancia e impacto tienen en tu vida, ¿no es así? y son las que más deberían de comprenderte y de mostrar cierta empatía por el simple hecho de ser mujer. Pero eso ha cambiado. No dudo que las mujeres en mi familia sean valientes y quieran lo mejor, el punto frágil aquí es que no estamos en el mismo tiempo y espacio en el que vivieron ellas, al que vivimos ahora, por esa razón, he decido romper con los patrones que se repiten de generación en generación.
Déjame decirte que al principio era una conformista en ese círculo con respecto a todo lo que me decían. Las mujeres en mi casa te alentaban a ser mejor en un mundo materialista y machista, no en uno donde la igualdad debe estar presente para una misma. Por mi parte, no sabía cómo expresarme referente a lo que quería, pero tenía claro qué no quería en mi vida. La verdad es que todo es un proceso y para ser aún más honesta, lo sigue siendo el proceso de luchar por ese lugar en una sociedad desigual.
Gracias al impulso y a las voces de todas las mujeres feministas que me rodean, que comenzaron como un susurro y que cada segundo que pasaba lo convirtieron en gritos, luchas, valentía y sobre todo, amor. Gracias. Gracias a todas ellas que nos dan esa voz de decir basta, de opinar sin miedo a ser juzgada, de llorar sin sentirte sola y de gritar sin temor a que te callen. Pero sobre todo, por amarte y aceptarte tal como eres en un mundo que se dice ser “libre e igualitario” pero eso sólo existe para unos cuantos.
En definitiva, no hay regalo más bonito que este. El abrir los ojos, reflexionar y cambiar. Cambiar de verdad para transformarte. Lo que aprendí hoy después de tantas discusiones, enojos y momentos de frustración dentro de mi familia, es que jamás aceptes el brillo que las personas deciden darte, porque tú tienes el tuyo y nadie puede decirte qué tipo de diamante eres, ni en qué forma debes brillar. También es para decirte que incluso entre mujeres del mismo círculo se apaga la magia, pero tú no tienes porqué soportar eso, de nadie. Recuerda que eres tú propio diamante, fuerte, hermosa y con mucho esplendor, tú sola te pules para ser lo que siempre quisiste ser. A mi me quisieron pulir de mil maneras, pero no funcionó por el simple hecho de que yo soy mi propia artesana.
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