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Nuestro deber está cambiando hacia nosotras

Actualizado: 26 ago 2022

Por: Itzel H. Suárez

Dos mujeres jóvenes cruzan en Metrobús la Ciudad de México (en ese entonces, Distrito Federal). El caos vial cotidiano se ve mermado por la fuerte tormenta que azota la capital. Para una de ellas, habrán transcurrido las horas más importantes de su vida; en su cuerpo surgían sensaciones de desesperación, de dolor y de agonía por ver alejarse a su primer amor y el que pensaba, en ese entonces, sería el único. En cada llamada rechazada y en cada mensaje ignorado se le iba la vida misma. La lluvia no jugó a su favor y llegaron al destino castañeando y con el cuerpo helado. La Julieta que iba buscando a su gran amor, expresó todas las palabras y sentimientos posibles para que su amado permaneciera a su lado. A diferencia de la obra de Shakespeare, su Romeo dijo “no” y cerró la puerta.

Tenía 17 años cuando me rompieron el corazón por primera vez. Los clásicos de Disney me acompañaron durante toda mi infancia y adolescencia, creando en mí una expectativa muy alta respecto al amor. Las princesas en quienes nos convertimos demandamos historias llenas de ensueño y felicidad como en las películas. Ya lo dice la gran Marcela Lagarde: “el amor no es sólo una experiencia posible, es la experiencia que nos define” (p. 12), es decir, nos educamos y construimos desde y para el amor. Sentimos el amor en el cuerpo y en la mente, nuestra imaginación edifica castillos con príncipes azules.

El amor se aprende. Nuestras primeras referencias son las personas que nos cuidan: las abuelas, las madres, las hermanas… pero también se aprende de la indiferencia, del maltrato y la traición a las que muchas veces estamos expuestas porque ellos no desean asumir la responsabilidad de sus afectos. Pese a saber que ahí no es tu lugar y que no es lo que buscas, te esfuerzas en amar de manera desbordada, entregando hasta el último aliento; pensando primero en el otro antes que en ti misma porque de tu amor, todo depende. Nos han hecho creer que, con nuestro amor, todo podemos solucionar. Para Coral Herrera “todas las carencias afectivas aumentan nuestro miedo al rechazo y al abandono, el miedo a quedarnos solas, el miedo a que nadie nos quiera” (p. 30), por lo que nos quedamos conforme con lo que, al parecer, “nos tocó”.

Disney nos vendió varias ideas: un príncipe nos va a salvar; el amor lo puede o lo soluciona todo y, por supuesto, el amor es para siempre. Si lo vemos desde una mirada crítica, esto nos lleva a la realización de que las mujeres renunciamos, sufrimos y nos sacrificamos por amor, porque estamos construidas como seres para otros y tenemos la ilusión de que nuestro amor soluciona problemas y transforma la indiferencia o el desafecto del otro. Buscamos la salvación en alguien más.

“El que ama pretende servir… El que ama su vida la da”, ¿cuántas canciones de desamor (de las que pocas veces fuimos conscientes de las implicaciones en sus letras) nos acompañaron en momentos de soledad, pensando que esa historia sería el último cariño o que no volveríamos a amar de la misma forma? A las mujeres se nos mira como fuente infinita de amor y generosidad.

El 25 de octubre de 2020, la Doctora en Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, Raquel Ramírez Salgado, presentó los libros Cómo disfrutar del amor y Dueña de mi amor, de la escritora española Coral Herrera. En este espacio, las participantes ponen sobre la mesa la discusión qué tan viable es hacer alianzas con los hombres. Por ejemplo, ¿podemos formar familias felices? Yo, particularmente, lo veo cada vez más difícil por lo que ya he mencionado: la falta de responsabilidad afectiva, la falta de cumplimiento en los acuerdos y, por supuesto, que muchos hombres no quieren relacionarse con mujeres conscientes de su libertad: el control sobre nuestras vidas (en todas las esferas) alimenta su poder. La presentación está alojada en la página de Facebook de U-Tópicas y es una joya escucharlas.

Construir en momentos de adversidad parece ser el pan de cada día de las mujeres. Permanentemente estamos tejiendo redes para cuidarnos, para compartir nuestros sentires, saberes y experiencias que, de alguna manera, nos confirman que no somos las únicas, que hay otras viviendo experiencias parecidas y que, entonces, la lucha contra el amor romántico no puede ni será individual. Nos ocupamos por ser conscientes de nuestros entornos, por deconstruirnos, por aprender y desaprender. Dentro de esta responsabilidad, tenemos el deber de trabajarnos para eliminar los sueños y esperanzas construidas y basadas en el amor romántico, en ese amor que se construyó bajo mentiras, ilusiones y que fue sustentado en canciones, películas, literatura y demás medios y canales que fomentan (indirecta o directamente) la sumisión emocional -y otras- de la mujer.

Nuestro deber está cambiando hacia nosotras. Estamos aprendiendo a situar las necesidades en nuestro cuerpo y a identificar nuestros propios deseos, sin priorizar al otro. El camino es difícil por todo lo que hemos aprendido y por doloroso que sea, es indispensable que aprendamos a derrumbar los mitos que tanto daño nos han causado en lo emocional y en lo físico. No es imposible, debemos aprender a amar desde nuestra libertad y nuestra individualidad.

Necesitamos ser el centro de nuestra propia vida.


Literatura citada:

Lagarde, M. (2001). Claves feministas para la negociación en el amor. Recuperado de https://bit.ly/3q2uTV8

Gómez, C. (2018). Mujeres que ya no sufren por amor. Los Libros de La Catarata. Edición de Kindle.

Hernández, M., Merlos, G. Ramírez, R. y Herrera, C. (2020). Presentación de libros y diálogo con Coral Herrera. Conferencia llevada a cabo en Librería U-Tópicas, México. Recuperado de https://bit.ly/3orZjzs


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