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Fiestas decembrinas, reuniones que silencian mujeres

Actualizado: 17 dic 2020

Agresiones ocultas

Por Paulina Flores

Las fiestas decembrinas son la época del año en la que millones de familias alrededor del mundo se reúnen con el objetivo de reencontrarse y poder celebrar Noche Buena, Navidad o Fin de año. Estas celebraciones se han representado como motivo de júbilo entre las familias y como una oportunidad para el reencuentro en un ambiente nostálgico y lleno de recuerdos gratos, sin embargo, en numerosos casos las mujeres no lo han vivido así, pues esta época del año también es responsable de situaciones de violencia sexual, emocional, económica y/o sexual, en las que se han visto envueltas millones de mujeres a lo largo de su vida y siendo omitidas por sus familias y ocultadas al paso del tiempo.

Es por ello que las siguientes líneas tienen por objetivo dar voz a mujeres que han vivido o presenciado alguna situación de violencia y que han querido compartir su testimonio para romper el silencio, por lo que, para salvaguardar su integridad todos los nombres fueron cambiados u omitidos en cada uno de los testimonios.

Poco o nada se ha escrito sobre la violencia contra las mujeres que acompaña a la época decembrina, pero entre mujeres es bien sabido que existe, desde violencia verbal, psicológica y económica; hasta agresiones físicas y sexuales. La mayoría de las veces estas permanecen en silencio y bajo una cortina de humo que intenta inspirar felicidad, amor y altruismo; sin embargo, es basada en un consumismo descomunal, donde la violencia generalizada la podemos encontrar en las triplicadas labores domésticas, pues la preparación de los alimentos y la limpieza recaen la mayoría de las veces en las mujeres; así lo podemos ver reflejado en el siguiente testimonio:

Mi familia acostumbraba pasar Navidad con mis abuelos de parte de la familia de mi mamá, como nosotros vivíamos más lejos que el resto de la familia acostumbrábamos llegar unos días antes (bueno, eso era lo que pensaba en ese entonces), todos nos quedábamos en la habitación que solía ser de mi mamá; la mayoría de mis recuerdos de esas fechas son buenos. Con el paso de los años uno crece y se va dando cuenta de muchas cosas y entonces empiezas a ser consciente de que no todo el mundo la pasaba tan bien como tú creías; cuando cumplí doce años empecé a ayudar con la limpieza de la casa para prepararla cuando llegaran todos mis tíos. Mi mamá era la única mujer de todos sus hermanos, creo que fue ahí cuando me di cuenta que en realidad no llegábamos días antes porque viviéramos lejos, sino, porque entre mi abuela y mi mamá limpiaban y cocinaban para todos.

Me acuerdo mucho de la Navidad en la que a mi abuelo se le había antojado cenar otra cosa; tuvimos que ir a comprar cosas de último momento y estuvimos toda la tarde en la cocina, apenas nos dio tiempo de cambiarnos antes de que los demás llegaran. Al llegar la hora de la cena regresamos a la cocina a calentar todo y después comenzamos a llevar todos los platos; cuando nos dimos cuenta ya se había acabado toda la comida, sólo quedaba ponche, nos servimos en unos tarros y nos sentamos en la mesa con los demás; uno de mis tíos nos dijo: “y qué ustedes no van a comer”, a mí se me salió decir que se había acabado ya todo; él me contesto: “pues se hubieran sentado antes o hubieran hecho más”; me dio tanto coraje, nosotras habíamos pasado los últimos tres días limpiando y toda la tarde cocinando y nadie era ni para darnos las gracias o ayudarnos. Se lo reclamé, pero me regañaron y me mandaron al cuarto el resto de la noche. Al día siguiente, me levantaron temprano para comenzar a limpiar todo lo del día anterior. Me quedé pensando en la cantidad de veces que les habría pasado que se terminaran la comida y simplemente mi abuela y mi mamá se sentaban con los demás sin decir nada. Pensé en todo el trabajo que hacían las dos solas desde días antes, me daba mucho coraje, pero también me daba tristeza, que nadie valorara lo que estábamos haciendo, que nadie hiciera nada por aportar y hacer más ligero todo el trabajo. Así termina el relato de nuestra compañera.

Cada año las cifras de violencia sexual no hacen más que crecer y es innegable que el grupo más vulnerable sean infantes. La violencia sexual en su contra suele perpetuarse en lugares o ambientes que se consideran seguros y las agresiones son realizadas por personas que muchas veces forman parte de la familia o del círculo de amigos más cercanos a esta.

Las agresiones sexuales pueden ir desde comentarios de índole sexual, exhibicionismo y tocamientos, hasta la penetración; de cualquier forma, quien ha pasado por estas situaciones requiere de acompañamiento, apoyo de su familia y/o seres queridos y de atención psicológica.

Una compañera, quien ha atravesado esta situación nos comparte su historia y parte del proceso por el cual poco a poco ha vuelto a sentirse dueña de su cuerpo:

Tenía 8 años, estaba en la casa de una de las hermanas de mi padrastro, ya habíamos ido ahí muchas veces antes, todos estaban platicando o ayudando con la cena, ella me dijo que podía ir a ver la televisión a su habitación. Llevaba un rato en la habitación cuando entró su esposo, se sentó en la cama a un lado de mí y me empezó a tocar el cabello y a hacer preguntas, preguntas que no me gustaban; me levante y quería irme, pero no me dejó. Creo que siempre voy a recordar lo que me dijo y cómo me miraba, después empezó a tocar mi cuerpo; yo estaba aterrada, estaba llorando y repetía una y otra vez que ya quería irme; fue entonces cuando entró la hermana de mi padrastro, me mando abajo con los otros niños que acababan de llegar, pero me encerré en uno de los baños y seguí llorando; ella me escuchó llorar y fue por mí, me lavó la cara y me dio unas galletas, me dijo que no pasaba nada, que fuera a jugar con los demás; pasé el resto de la noche sentada en un sillón junto a mi mamá, diciendo que me sentía mal, hasta que por fin nos fuimos, tenía miedo y me sentía muy avergonzada, no sabía cómo decirle lo que acababa de pasar, creo que en ese momento ni siquiera lo entendía. Hablé de lo que pasó más o menos un año después de que ocurrió y nunca más volví a ir a esa casa.

Todo ese tiempo me sentí muy culpable, pensaba en sí le había pasado a otro niño antes de mí, pensaba en si le pasó a algún niño después de mí, jamás lo supe, pero espero haber sido la única, no se lo deseo a nadie, es algo que te marca, también pensaba en qué me hubiera pasado si su esposa no hubiera entrado. Creo que mucho tiempo traté de negarlo, de convencerme a mí misma de que no había pasado nada, de que no era para tanto; después de que hablé intenté ir muchas veces a terapia, pero siempre terminaba por abandonarla porque no me sentía cómoda con la psicóloga.

Hace un año me enteré que ese tipo se había muerto hace seis años, recuerdo que pensé: “qué bueno, ojalá se hubiera muerto antes”. Ahora, doce años después estoy en terapia; llevo apenas unos meses, pero ahora sé que lo que pasó no es algo que vaya a olvidar, más bien te levantas todos los días, tomas eso que viviste, trabajas en ello y sigues adelante; no puedes dejar que te consuma, yo no puedo, ni quiero. Concluye nuestra compañera.

Las fiestas decembrinas son parte de las tradiciones que millones de familias mexicanas celebran cada año, sin embargo, como vimos en los testimonios anteriores, estas mismas también han significado situaciones violentas y poco gratas en la historia de muchas mujeres, es por ello que como sociedad tenemos la responsabilidad de modificar conductas que se muestran indiferentes con las mujeres; además de contribuir en fomentar espacios seguros y de confianza para proteger a quienes se encuentren más vulnerables ante la violencia. De esta manera, es necesario conformar una sociedad segura y responsable en la que todas podamos disfrutar de esta época de año, librándonos de la violencia y el daño psicológico y físico que esta causa.

Literatura citada:

· Gill RA (2017). Protocolo para la prevención de abuso sexual a niños, niñas y adolescentes. Ciudad de México. 83p. https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/306450/Protocolo_Prevenci_n_Abuso_Sexual_2017.pdf. Fecha de consulta: 7 de noviembre de 2020.




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