Lo que la heterosexualidad nos robó.
Por: Michelle Sarabia Razo
Es necesario hablar del amor y la amistad entre mujeres. En particular, de la amistad que no fue entre Tereza y Sabina, las protagonistas de La insoportable levedad del ser. Esta es una novela filosófica escrita por Milan Kundera que se desarrolla durante y después de la Primavera de Praga en 1968; aborda las dificultades que existen al relacionarse entre personas, los conflictos existenciales que estas interacciones despiertan en las y los individuos y, en lo personal, creo que hace un buen trabajo (aunque involuntario) en mostrar los estragos que la heterosexualidad obligatoria tienen en la autopercepción de las mujeres.
Tereza es una mujer que, desde niña, le ha sido arrebatada la posibilidad de ser persona; rechaza todo lo que le recuerde a la madre, incluso si eso significa desconectarse del cuerpo propio. Aspirando a más, decide enfocar su salvación en la validación de un médico praguense. No obstante, a lo largo de la novela se le percibe ansiosa y angustiada, pues este la engaña durante todo su matrimonio. Es así como su vida conecta con Sabina, una pintora crítica de todo que vive bajo la filosofía de la traición, representando así la levedad en la novela.
La influencia de Tomás, el interés romántico de Tereza y, a su vez, amante de Sabina, es tan notoria que termina por pesar en el encuentro entre ambas. Cuando leí la novela, deseé e imaginé un universo donde ellas se construyeran fuera de esta marcada influencia. Uno donde Sabina al hablarle de arte y fotografía, ayude a Tereza a encontrar su pasión por esta última, y en el que ella, en vez de verla como competencia por la interacción que tenía con Tomás, la hubiera visto como la mujer inteligente, libre y autónoma que era. Si Sabina se hubiese interesado en Tereza como su propia persona, en vez de como la “mujer” de Tomás, ¿habrían desarrollado alguna relación amorosa o amistosa?, ¿qué es lo que la heterosexualidad les robó?
Mi intención con este escrito es introducir, mediante Tereza, Sabina, y la experiencia propia, el cuestionamiento a la heterosexualidad obligatoria. Desarrollaré esta idea considerando la propuesta de Adrienne Rich: analizar la heterosexualidad como una institución política que debilita el desarrollo de las mujeres como sujetas plenas.
Adrienne postula que hay todo un mecanismo (promovido, organizado y forzado hacia nosotras por hombres), que funciona para que, como mujeres, nos dediquemos a satisfacer sus deseos; nos arrebata energía emocional y erótica de nosotras mismas y de otras. Al priorizarlos, adoptamos valores construidos por ellos con tal de satisfacerlos, los interiorizamos en un intento de sobrevivir a su mundo.
La heterosexualidad como institución política
En 1980, Adrienne Rich escribió Heterosexualidad obligatoria y existencia lesbiana. Su intención, como aclararía más adelante, fue “animar a las feministas heterosexuales a analizar la heterosexualidad como una institución política que debilita a las mujeres, y a cambiarla” (p. 15). Mientras que a las lesbianas les pedía analizar sus relaciones con otras mujeres desde una forma más política, apreciando la profundidad y el valor que estas tienen, incluso más allá de lo personal.
El cuestionamiento, y mantener una postura crítica ante la heterosexualidad, se trata de resistir a los valores que los hombres tanto insisten en introducirnos a través de la fuerza y la coerción. Lo que Adrienne hace durante este ensayo, es aclarar que la heterosexualidad no es una preferencia: “este asumir la heterosexualidad femenina me parece de por sí notable: es una suposición enorme, para haberse deslizado tan calladamente en los cimientos de nuestro pensamiento” (p. 23). Es decir, esto va más allá de la noción de desigualdad o inequidad de sexos, se trata de un agrupamiento de fuerzas que van desde la brutalidad física, hasta el control de la conciencia. Desde que llegamos a este mundo somos víctimas de la idealización del enamoramiento y del matrimonio, que son formas de coacción.
Debido a esta socialización dentro de la heterosexualidad, aceptamos como propios los valores masculinos y nos hacemos partícipes de esta colonización. Es mediante la identificación con lo masculino que colocamos a los hombres por encima de las mujeres, nosotras incluidas. Al disminuir nuestra importancia como seres con sus propias ideas y valores, nuestra misma identidad asume un papel secundario.
Algo que merece especial atención para las feministas que hemos vivido en la heterosexualidad (por más bisexuales que nos pensemos), es el doble pensamiento del que Adrienne habla. Ella reconoce que ninguna mujer está libre de este, y es que:
A pesar de las relaciones mujer con mujer, de las redes femeninas de apoyo, de la confianza y aprecio que se sienta por un sistema de valores femenino y feminista, la indoctrinación en la credibilidad y prestigio masculinos pueden aún provocar acomodos en el pensamiento, cancelaciones de sus sentimientos, castillos en el aire y una profunda confusión intelectual y sexual.” (p. 34)
Ella considera que la creencia de que la heterosexualidad es natural, representa un muro teórico y político que bloquea la práctica feminista. Resalta la importancia de que nombremos esta práctica, porque mediante su definición y ejemplificación en nuestras vidas, asignándole un tiempo y espacio, más mujeres serán capaces de reconocerlo en sus propias vivencias. Entre más estemos conscientes de su “no naturalidad”, más podremos rechazarlo y comenzar a construir por y para nosotras.
Lo que la heterosexualidad nos robó:
La existencia como persona
Como mujer que ha vivido bajo el insoportable peso de la heterosexualidad, entiendo lo difícil que esto puede ser para otras. Al igual que Tereza, yo no me reconocía como la persona que soy, pero estando con un hombre era algo: era su mujer; e interpretaba el rol que me asignaba para que se quedara conmigo, lo interpretaba tan bien que me olvidaba de que mí y de otras. Así que enfermé, sólo puedo describirlo así. Me enfermé de inseguridad.
Teniendo esta interpretación de Tereza, no pude evitar verme en ella. Entiendo lo que es no conectar con una misma, pensarse como una entidad separada al cuerpo rechazar a la madre, anhelar salvación, desear la debilidad del otro para estar en igualdad de condiciones. Mi rechazo a la realidad de mi cuerpo terminó en un intento de suicidio; supe que algo tenía que cambiar, no podía continuar con ese camino.
La heterosexualidad obligatoria es peligrosa, nos pone en situaciones que aceptamos como inevitables porque son una consecuencia lógica de relacionarse con varones; es lo que hay que soportar si queremos ser amadas, simplemente vistas por alguien, quien sea. La heterosexualidad limita nuestro desarrollo como seres independientes de la existencia de los hombres, nos distancia de otras, y más importante aún, de nosotras mismas.
La posición de Sabina es a la que aspiro: su levedad inevitablemente insoportable, porque así es la existencia misma; ser fiel a nada más que a ella, atreverse a traicionar a la patria, al padre, a las instituciones, a todos, menos a ella. Porque al ser mujer se nos exige cuidados y atención a costa de nuestra individualidad, se nos prefiere enfermas a libres.
Esto no se trata de decir que una es más fuerte que la otra, simplemente llevaron procesos diferentes. Su crianza tuvo que ver en su posterior desarrollo como individuas: Sabina fue capaz de apropiarse de su autonomía y privacidad, Tereza no.
Mientras Tereza deseaba y concentraba su energía en huir de la madre y el hogar, Sabina pudo enfocar la suya en construirse mediante la rebeldía; lo logró pese a las imposiciones con las que creció: del padre, del partido, de la escuela. Ella lo logró porque tuvo la fuerza que sólo surge cuando sabes que eres tu propia persona, capaz de tomar decisiones que para otros pueden ser leídas como contrarias a lo que se espera de ti.
Es tentador que otros tomen el control de tu cuerpo, de tu mente, tus deseos y acciones, es más fácil que ser fiel a ti misma, pero considero que una vez que aceptas tu condición de persona, hacer esto representaría la traición más horrible: ceder tu persona a manos de un varón que pasa por encima de tu humanidad, que quiere consumirte bajo su idea de lo que es una mujer.
La existencia lesbiana
Cuando se habla de la existencia lesbiana, no hay que cometer el error de verlo desde la perspectiva de la sexología, pues esta funge como parte de los mecanismos de control del patriarcado; pensar en el lesbianismo desde esa lógica, reduce esta experiencia a imágenes pornográficas que responden a los deseos de la mirada masculina.
Desde una postura lesbiana dentro del feminismo, la sexualidad no es el factor más importante, sino el cuidado y el afecto entre mujeres; tiene poder como posición política y, por supuesto, de vida. La existencia lesbiana se trata de renunciar a los valores y la mirada masculina, para priorizar la construcción de valores propios y compartidos con otras, solo así, dejaremos de actuar bajo su lógica.
Al principio de este escrito me preguntaba qué fue lo que la heterosexualidad le robó a Tereza y Sabina. Más adelante en la novela, ambas comparten un día en el departamento de la artista: Tereza la escucha hablar de sus obras, el significado en su trabajo, posteriormente, le propone tomarle fotos desnuda. Fue un momento donde el reconocimiento del cuerpo de la otra no estuvo tocado por la violencia física de los hombres, en ese momento, por más breve que haya sido dentro de sus vidas en la novela, fue un espacio en el que suspendieron la mirada masculina que la heterosexualidad les inculcó, y se apreciaron como iguales, más allá que como la “mujer/amante” de un varón.
No estoy hablando de que se hayan perdido de un romance, puede que sus deseos fuesen incompatibles en ese sentido, pero la heterosexualidad les robó la oportunidad de priorizarse como personas, de amarse como mujeres, de aprender una forma de amor adecuada a sus necesidades. Tal vez Tereza pudo enseñarle a Sabina un amor físico sin violencia, mientras que Sabina pudo mostrarle a Tereza la libertad en ser.
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