Del amor romántico al feminicidio
Por: Nallely Yael González González
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El amor romántico, tanto en la pornografía como en la vida, constituye la celebración mítica de la anulación de la mujer. Para una mujer, el amor se define como el deseo a someterse a su propia aniquilación. La prueba del amor es que está dispuesta a ser destruida por aquel que ama, por el bien de él. Para la mujer, el amor siempre implica el autosacrificio, el sacrificio de su identidad, de su voluntad y de la integridad de su cuerpo a fin de satisfacer y redimir la masculinidad de su amante.
Andrea Dworkin
Resumen: El presente texto es una relatoría de algunos casos de feminicidio en distintos estados de México, con la intención de sentar las bases, de que los feminicidas son hombres normales, los mismos que celebran el 14 de febrero con sus parejas.
Palabras Clave: Amor, romántico, feminicidio, hombres, mujeres.
Abstract: This text is a report of some cases of femicide in different states of Mexico, with the intention of laying the foundations that femicides are normal men, the same ones who celebrate San Valentine´s day with their partners.
Key Words: Love, romantic, feminicide, men, women
Se viene el día en que celebramos al amor; y habrá globos, chocolates, serenatas, cenas a la luz de las velas y ramos de flores; celebraremos a ese amor romántico que tanto daño nos ha hecho, el que dicta que el amor duele, que es normal sufrir a causa de la persona amada, y que somos capaces de aceptar los más crueles actos, cuando son cometidos en nombre del amor.
Por eso, en esta ocasión hablaremos de ellos, de esos hombres que nos regalan flores, los que nos llevan serenata, nos invitan a cenar, nos obsequian chocolates, dedican canciones y hasta se casan con nosotras; los hombres que dicen amarnos y que son capaces de cualquier cosa por estar siempre a nuestro lado.
Empezaré por narrar la historia de Edgar, empleado de la UAEMex, lugar donde también trabajaba su ex esposa Sonia, a quien aún amaba, tanto, que se ofreció a pasar por ella y sus hijas, pero ella decidió ir con alguien más, así que Edgar fue al Teatro de los Jaguares, a sentarse en la mesa más cercana a Sonia, y cuando la vio bailar con su acompañante sintió un balde de agua fría caer sobre él, según sus propias palabras, por lo que la siguió hasta el baño, la estranguló con su propia bufanda y la dejó sentada en la taza. Después salió de ahí, fue a comer una pizza, a dormir un rato y más tarde se entregó. La maté por celos: le dijo a la policía, porque la amaba tanto que no podía verla bailar con alguien más.
Otro “amante” empedernido es Pedro Rivera, un soldador de 34 años, quien encontró en Jaqueline, 14 años menor que él, a una niña muy madura para su edad, con la que procreó dos hijas; Jaqueline decidió separarse de él porque quería continuar sus estudios; como la amaba tanto retuvo a sus dos hijas para que así Jaqueline volviera a casa. Ella fue a buscarlas, discutieron fuertemente; los gritos eran costumbre, por lo que ningún vecino llamó a la policía. La descuartizó con un esmeril y después envenenó a sus dos hijas para finalmente quitarse la vida. Su nota suicida pedía que enterraran a los cuatro juntos, porque amaba a su familia.
Entre estos hombres que dicen amar a las mujeres, está Fernando, quien ya tenía siete años de relación con Carla, era el director de Seguridad Aérea en la SCT; la amaba tanto que revisaba su celular para que ningún otro hombre la escribiera, le decía qué amigas y amigos le convenían y cuáles no; y como la amaba tanto, la comparaba constantemente con la madre de su hija, para que un día pudieran aceptarla en su familia. A pesar de todo este amor, Carla terminó su relación con él, y empezó a ver a esos amigos que había dejado por su ex pareja. Pero un amor así es difícil de olvidar, por lo que accedió a verlo nuevamente y un día fue a su departamento. Al día siguiente no asistió a trabajar, su hermano la fue a buscar, pero no lo dejaron entrar al edificio. Entonces Fernando habló al 911 para reportar la muerte de Carla; su cuerpo estaba en el departamento de él, tendido en el piso, semidesnudo, con visibles golpes en la cara y con huellas de violencia sexual. Él no fue detenido, porque "no había pruebas suficientes", ya que él era un testigo del crimen.
En el camino del amor, hay amorosos que apenas se inician, como es el caso de Carlos que, con apenas 15 años, se enamoró perdidamente de Nazaret, quien no sentía lo mismo por él. Él le declaró su amor y ella lo rechazó, lo que él no pudo soportar y por eso la mató. Dejó su cuerpo en el interior de un receptor de agua tratada de la Universidad de Chapingo.
De la misma edad eran Magui y su amigo, quien quería que ella fuera su novia; le insistió tantas veces, que todo el mundo sabía que estaba loco por ella. Un día ya no pudo soportar más su desprecio. Si no era para mí, no sería para nadie, le dijo “arrepentido” a la policía, cuando lo detuvieron por golpear a Magui brutalmente, hasta dejar su tráquea expuesta y abandonar su cuerpo en un baldío a unas cuadras de la casa de ella. Tanto Carlos como el amigo de Magui tenían 15 años, por lo que solo pasarán de tres a cinco en prisión.
En esta relatoría de hombres que aman a las mujeres, no podemos evitar aclarar que amar a alguien no es sinónimo de amar a su familia; como cuando Fernando pasó la fiesta de Año Nuevo con la familia de Minerva, y algo no le gustó, tal vez la cena, tal vez la forma en que se ella se comportaba, tal vez él quería estar con su propia familia y Minerva se lo impidió; algo, aunque no sabemos qué, lo llevó a molestarse tanto, a discutir tan fuertemente, que la apuñaló en el pecho a media calle y dejó su cuerpo tendido en la carretera, donde su familia la encontró unos minutos después.
Continuando con los relatos, llegamos a los hombres que, a pesar de que terminan relaciones de muchos años, incluso matrimonios, siguen albergando tanto amor por sus exparejas, que firman custodias compartidas, pasan pensión alimenticia, recogen puntualmente a sus hijos los días que deben convivir con ellos. Así es el caso de Jorge Ernesto, quien esperaba a Elizabeth para llevarse a sus dos hijos el fin de semana. Después de recogerlos, tal vez un impulso de amor lo llevó de vuelta a la casa de Elizabeth; los vecinos vieron cómo la metía a empujones a la casa, luego unos gritos y después salía corriendo de ahí, subía al carro y se iba; por lo que llamaron a la policía, quienes encontraron a Elizabeth sin vida, estrangulada con un cable.
El caso de Irwin, es también de esos hombres, un ejemplo de constancia y perseverancia; ya que 16 denuncias por violencia en su contra no lo detenían en la constante búsqueda de que Vanessa volviera con él. Fueron novios pocos meses, pero ella decía a su familia que él la amaba, por lo que al enterarse que estaba embarazada, a pesar del poco tiempo de conocerse, se fueron a vivir juntos y se casaron. Él la amaba tanto que la encerraba para que no se fuera de casa. Vanessa decidió separarse de él, pero Irwin aún tenía la esperanza de que volvieran a estar juntos; fue la última denuncia y la orden de protección interpuesta por Vanesa, que lo hizo enojar; así que la siguió cuando iba a su trabajo; al darse cuenta, Vanessa llamó al 911 y se acercó a los policías que resguardaban la casa del gobernador. Irwin la embistió con su auto, del que bajó y la apuñaló en el cuello y en la cara. Fueron ocho segundos los que le tomó atropellarla y bajarse a apuñalarla frente a dos policías.
Otro conocido caso de un enamorado promedio es el de Diego, quien amó a Jessica, pero no podía continuar su relación, ya que tenía otra novia; por lo que después de pasar por ella, la llevó a su domicilio y posteriormente a un predio, donde la violó y la mató a golpes, 31 para ser exactas. Después la envolvió en mantas y la metió en su cajuela; le pidió ayuda a su amigos tal como les pidió ayuda, alguna vez para llevar serenata; ellos se negaron a ayudarlo, pero eran tan amigos, que tampoco lo denunciaron. Luego Diego, quien ahora amaba a su nueva novia, pasó por ella, y durante el trayecto, arrojó por la ventana una bolsa con el cuerpo de Jessica, y posteriormente le pidió a su nueva novia lo acompañara a lavar el carro.
Todos estos hombres, tenían un trabajo, compañeras y compañeros con los que platicaban, se quejaban del jefe, compartían la hora de comida. Eran hombres que iban al supermercado con sus familias, probablemente llevaban ellos el carrito, pagaban las cuentas. Eran hombres que fueron a algún evento escolar o deportivo de sus hijas e hijos, que los llevaron alguna vez a la escuela; estos hombres fueron también hijos de una madre que preparaba la cena navideña, y a quienes le dieron flores el 10 de mayo; probablemente en más de una ocasión estuvieron en algún intercambio navideño o del 14 de febrero en el trabajo, la familia o en la escuela.
También fueron adolescentes, tal vez hicieron alguna manta para declararle su amor a alguna jovencita, debieron haber pedido, en alguna ocasión, la complicidad de sus amigos para llevar serenata, o montar una sorpresa a sus parejas.
Ninguno de ellos era un asesino serial confeso o un prófugo, no pertenecían a ningún cártel, no habían sido condenados por ningún delito antes, eran hombres normales: comunes y corrientes como cualquiera que encontramos en el carro de junto en medio del tráfico, o en la fila del supermercado: como nuestro jefe, nuestros compañeros de trabajo, el chico de junto en el salón o el que vemos en la mesa de la cafetería de la universidad.
Eran hermanos, padres, amigos, vecinos de alguien; eran hombres normales, de esos que tienen novia, que se casan, que tienen hijos, que celebran aniversarios, que regalan peluches el 14 de febrero, que compran chocolates para disculparse, que dicen que nos aman y que harían cualquier cosa por nosotras.
Esos son los hombres que nos aman, los que están siempre con nosotras porque tienen miedo a perdernos, que nos celan porque somos tan bonitas que nos regañan porque nos estamos equivocando, que nos vigilan para protegernos, que controlan nuestro dinero para cuidarnos, que nos alejan de nuestra familia y amigos para estar más tiempo juntos, que golpean la pared porque no quieren golpearnos a nosotras, que nos golpean porque necesitamos ser corregidas, que nos matan porque nos aman.
El amor romántico nos ha adoctrinado en la idea de que debemos sacrificar nuestra libertad y autonomía a cambio de relaciones sexo afectivas y son estas mismas relaciones las que se convierten el en espacio idóneo para la perpetración de diversas violencias, que se amparan en el amor para ser cometidas, y en los peores casos, llegan al feminicidio.
En México, el 70 por ciento de los feminicidios son perpetrados por hombres que tenían algún tipo de relación con sus víctimas; y sus crímenes son precedidos por ejercicios de control sobre ellas.
La estadística es cruda, 11 mujeres mueren al día, y de cada 100 feminicidios, sólo tres son esclarecidos. Ante esta situación, nos queda decir sin duda alguna, que el amor romántico mata, y que debemos evitar su adoctrinamiento. No queremos flores el 14 de febrero, queremos estar vivas.
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