Por: Nat Saxosa
A veces, tengo miedo Empecemos con la parte más simple, pero primordial. La heterosexualidad, vista desde una óptica feminista, no es una “orientación” natural e intrínseca de nuestro deseo sexual; la heterosexualidad en el feminismo se analiza como una estructura, una de las más importantes que sostiene al sistema patriarcal. Entonces, ¿qué es la heterosexualidad? La heterosexualidad es el sistema impuesto a las mujeres, a todas, en donde el afecto-atención- aprobación-deseo masculino son un requerimiento para validarse socialmente como sujetas. Voy a ser un poco más contundente y arriesgada en mi definición: la heterosexualidad es la imposición a las mujeres de que, sin el “amor” de los varones no son nadie. Disculpen si me leen un poco reiterativa, pero si no logro comunicar esta idea claramente, quizá todo lo que diga después no tendrá mucho sentido. Por ello retomaré la idea de nuevo: la heterosexualidad no es que me “atraigan sexualmente” los varones, esa es una visión reduccionista y sumamente simplista de la dinámica relacional entre hombres y mujeres porque TODA relación entre un varón y una mujer se enmarca en la dinámica heterosexual. Entonces, como es una imposición a todas las mujeres, sin excepciones, todas las asignadas mujeres fuimos construidas en la heterosexualidad. Incluso antes de nacer, desde el instante mismo en el que el mundo nos reconoce como mujeres (por un ultrasonido, una prueba genética, etc.) se nos impone una tajante, brutal y avasallante premisa de vida: NO SOMOS NADA SIN EL “AMOR” DE LOS VARONES. No, no es solo mamá diciendo que eres “coqueta” a los 2 años, no son solo los chistes de papá sobre los posibles novios a los que ahuyentará mientras te arrulla a los meses de nacida, es la sociedad entera, todo el tiempo, cientos, miles de mensajes, sin tregua. Todos repiten lo mismo: existes para ser “amada” por un hombre, por los hombres. ¿Por qué entrecomillo el “amor”? bueno, el concepto de amor es tan amplio que no permite entrever el sentido real de dicha afirmación, lo que el sistema heterosexual impone a las mujeres no es el “amor” de los varones, es la aprobación. Eso a lo que nombramos como “aprobación masculina” es la búsqueda incesante del “amor” de los hombres, es heterosexualidad bruta. Entonces ahora, recapitulemos: si a todas las mujeres se nos ha impuesto la premisa de que existimos por y a través del “amor” de los varones, que sabemos que no es amor sino aprobación, y con esa aprobación viene la validación misma de nuestra existencia, entonces, la heterosexualidad es un sistema de valor que le atribuye un sentido a la existencia de las mujeres en función de la aprobación de los hombres. Casi como fórmula matemática: +Aprobación masculina = + Valor como mujeres = + Valor de existencia Cada hombre que nos considere bellas, inteligentes, bondadosas, capaces, sabias, fuertes, valientes, etc. es directamente una validación ante la sociedad y ante nosotras mismas de que lo somos. Pero es aún más complejo, porque cada palabra, acto, pensamiento, deseo, cada ínfimo momento de nuestra existencia es atravesada por la mirada masculina, para su aprobación. Todo momento, todo el tiempo... Toda nuestra vida está sujeta a la validación de los varones. Y eso aún no es todo. Porque el pilar de la heterosexualidad no es solo que toda la estructura funcione así, sino que cada mujer construida dentro del sistema heterosexual ha tomado como cierta la premisa del valor de su existencia en función de la validación masculina. Cada vez que cualquier varón nombra como fea, gorda, tonta, incapaz, débil, cobarde, torpe, insuficiente, etc., a cualquier mujer, ella se cuestiona a sí misma su propia valía, lo que en la mayoría de esos casos nos lleva a reiterar la sentencia. Así se pierde un poco del sentido de la existencia de nosotras mismas y un poco del valor que le damos a nuestras vidas.
Si en este momento hiciera una retrospectiva de mi vida, de cada momento en el que me sentí bien porque un hombre me validara, cada pequeño acto de mi existencia que dediqué a “quedar bien” ante algún hombre, cada vez que sentí que algo se inflamaba en mi pecho cuando algún hombre me reconocía como “valiosa”, me halagaba, me apoyaba, me amaba... Siento que me falta el aire, es totalmente abrumador. Porque aún no termina, quizá pueda decir que son más escasos ahora, incluso que a veces desaparecen, pero siguen allí. Así es la heterosexualidad. No, por favor, no tergiversemos la conclusión. El problema no es que los varones “nos amen”, aunque lo seguiré poniendo entrecomillado porque el “amor” de los varones también podríamos cuestionarlo, tanto, que no quisiera perderme en este texto con ese análisis. De nuevo, el problema no es que los varones “nos amen”, nos apoyen, nos halaguen, nos validen, etc. EL PROBLEMA es que desde el segundo que comenzamos a respirar, nos construyeron para que toda nuestra existencia estuviera en función de dicha validación. Quizá sólo sea yo, pero ¿no les parece extraño, un poquito, aunque sea, que cuando los varones (autopercibidos o no como varones) dijeron que querían ser “parte” del feminismo, miles de mujeres sintieron cómo se inflamaba su pecho?, muchísimas mujeres feministas se movilizaron para crear espacios para las llamadas “nuevas masculinidades”, la “resistencia trans”, lo “gender fluid”, “les no binaries” y demás. También les compartieron textos y textos de teoría feminista para luego incentivarlos a “escribir” sus propias teorías “retomando” el trabajo de todas esas teóricas feministas; abrieron los espacios para que entraran y aprendieran, para cobijarles en el feminismo. Pero cuando dijeron que querían ser “parte” ¿qué querían?, ¿querían ser parte y construir, cuestionar, organizar, aprender y PROPONER, trabajando ACTIVAMENTE en el feminismo? o ¿querían una “parte” de? Si es lo primero, me llama muchísimo la atención que las que están proponiendo, construyendo, trabajando y creando espacios para estos varones, son las mujeres.Testimonios LAS LIBRES 27 Sin embargo, lo que más me importa no es ni la función, ni las razones de los varones para “entrar” al feminismo. Lo que me pregunto incesantemente es ¿por qué son tantas?, ¿por qué todas esas mujeres centraron sus esfuerzos, su tiempo, sus apuestas y luchas para que el feminismo sea un espacio en donde los varones estén “seguros” y cómodos? ¿Por qué las mujeres feministas priorizaron a los varones que quieren ser “parte” del feminismo?, y entonces recordé cada ocasión en la que un varón me dijo “valiente” por ser feminista. Cada que uno de ellos me veía con admiración “por ser feminista”. Recordé que se me inflamó el pecho cuando alguno de ellos, o cualquier varón, validaba el feminismo; y recordé que soy heterosexual. La aprobación masculina está tan introyectada en mí, que una voz susurrante surgió de mis entrañas cuando esos hombres validaron el feminismo para decirme “lo estás haciendo bien”. La cosa es, que yo sabía que lo estaba haciendo bien. Yo sé lo importante y vital que es el feminismo para la dignidad de la vida de las mujeres, para mi vida. Yo lo sé, pero cuando lo aprobaron los hombres sentí que “alguien” le dio valor. Y sí, racionalmente puedo entender cómo atraviesa tanto y tan adentro la imposición heterosexual, y aun así se sintió tan bien. El que haya tantas mujeres feministas abriéndole el camino a los varones, poniéndose como escudo humano, defendiéndolos y resguardándolos para que puedan “ser parte” del feminismo es pura y llana heterosexualidad. Esa que se imbricó en nuestra espina dorsal, la que tanto queremos deconstruir o abandonar; y que igual que el patriarcado, muta cada vez, se transforma cíclicamente para confundirnos y nos tiende trampas todo el tiempo. Así que sí, a veces tengo miedo, porque aun cuando pienso que puedo ver en su complejidad al sistema patriarcal, cuando pienso que por fin he entendido cómo opera y condiciona la heterosexualidad mi vida, mis relaciones, mis pensamientos y acciones, cuando siento que he avanzado un poco en deconstruírle y soltarle, de repente hay algo nuevo en donde la heterosexualidad se me cuela. Tengo miedo de seguir operando automáticamente, sin notarlo, para sostener el patriarcado. Por fortuna, no soy la única ni estoy sola, cuando miro alrededor hay miles de mujeres abandonando la heterosexualidad, cuestionándose vigilantes, porque saben que el patriarcado está al acecho, que no descansa. A ellas, gracias; porque saber que no estoy sola impide que el miedo me paralice. Y a ustedas, queridas lectoras, si tuvieron la amabilidad de llegar hasta aquí, quiero decirles que, sin importar en qué punto, ni en qué camino se encuentren estén atentas, vigilantes. La heterosexualidad se esconde detrás de las cosas buenas de la vida, detrás del amor, de la amistad, detrás de la compañía, la admiración, la complicidad y la felicidad; se esconde allí porque encuentra un lugar para anidar, y retorna a nosotras, sutil y sigilosamente, para inflamar nuestros pechos yhacernos sentir tranquilas porque “lo estamos haciendo bien”. Sean cautelosas hermanas mías, la aprobación masculina es nuestro talón de Aquiles, nos ciega y nos aturde, nos guía a la complacencia y al servicio de los varones. Allí no hay “amor”, ni “admiración”, “afecto” o “deseo”, solo sumisión del valor de nuestras vidas, para complacer a los hombres. Un recordatorio de que para este sistema existimos y valemos sólo si un varón nos aprueba. Y eso sí es lo que sostiene al patriarcado.
Nat Saxosa Activista feminista, facilitadora de talleres y acompañante en crisis, procesos de violencia contra las mujeres y aborto. No se asume lesbofeminista, radfem o anarcofeminista, pero respalda las tres corrientes. Abolicionista y pro separatismo. Autocrítica de la heterosexualidad. Feminista incómoda.
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