Homenaje al aniversario de tu muerte.
Por. Terri Serafio
Como mujer, como latina, como feminista y como escritora, hablar de ti es hablar de mi propio pasado, en realidad, del pasado de todas. Cada que recuerdo todo lo que hiciste el pecho se me llena de gozo y orgullo. Fuiste grande, por dentro y por fuera, razón por la que siempre te destacaste del resto. Imposible no reconocer la magnificencia de tu paso, pues gracias a que tuviste el valor de escribir tus artículos y poemas desde tan corta edad, forjaste un camino más justo e iluminado para todas las mujeres latinas.
El recapitular los elementos más importantes de tu historia provoca una gran admiración y agradecimiento. Fuiste pionera del feminismo, las reformas educativas y tu poesía no se limitaba con temas permitidos o “decentes para una mujer de la época”, abriste el paso de todas las que estamos aquí luchando (todavía) por nuestros derechos. Por supuesto y desafortunadamente, un ser tan grande, incomodó a todo tipo de personas que no estaban listas ni tenían la suficiente visión para entender tus versos. Parece chiste que aún nos sigan tratando así casi cien años después.
Mujer aventurera que superaste todos los obstáculos que la vida te puso. Te negaron la entrada a la escuela normal para formarte como maestra por tus textos, y cito: “socialistas y paganos” y te convertiste en la maestra más importante de tu país. Además, viniste a México en 1922, traída por José Vasconcelos, para emprender una reforma educativa que creara profesores atentos a las necesidades de su gente y recorriste las zonas rurales pues entendías, siendo originaria de un pueblo, las diferencias que desde aquél entonces existían entre las ciudades y el campo. Con tus obras y la pasión impregnada en ellas, conquistaste el mundo y cruzaste muchas fronteras. El desdén con el que tomaste temas como la muerte y la lucha por los derechos, logran que cualquiera, aunque no lo admitan, sienta tu dolor y tu furia.
Naciste y moriste varias veces, el día que ganaste en 1912, el primer premio en el concurso de literatura de los Juegos Florales en Santiago por tus “Sonetos de la muerte”, Lucila Godoy Alcalaya dejó de existir y tu país te vería nacer como Gabriela Mistral. De nueva cuenta, renaciste el día en que Juan Manuel Godoy, tu sobrino, llegó a tu vida. Decidiste criarlo como a tu propio hijo con la condición de que nadie te lo reclamase después. Al ser la escritora latinoamericana de rondas infantiles más reconocida, el destino te mandó a experimentar ser madre. Tu segunda muerte fue el día que tu hijo, Yin Yin, como tú le decías, decidió quitarse la vida dejándote con una desolación indescriptible. Y tu última muerte, el 10 de enero de 1957, te fuiste después de haber marcado nuestra historia para siempre.
A través de tus aportaciones como escritora, docente y cónsul feminista, germinaste las raíces de lo que creemos y por lo que luchamos. Nunca pediste permiso a nadie y solo te disculpaste una vez en tu libro “Desolación” de 1922, con Dios por escribir un libro tan amargo. Recorriste mucho mundo gracias a tu basta educación y talento. Fuiste la primera mujer en ocupar un cargo diplomático en Italia, Francia, Portugal, Brasil y Estados Unidos. Y, por si fuera poco, fuiste la primera mujer y persona latinoamericana en ganar el Premio Nobel de Literatura en 1945.
Ahora, has vuelto a nacer en todas nosotras que te recordaremos siempre por ser esa mujer pionera en hablar y escribir sin miedo, pionera en exigir igualdad y educación de calidad para todos, pionera en reclamar la tierra, pionera latina en tener reconocimiento global, pues tus palabras resuenan fuerte en los corazones de todas y más aún, en estos momentos tan inciertos donde como tú, lo único que nos queda, es el espíritu.
¿Cómo esto fue, cómo vino,
cómo es que dura y no pasa?
No lo quiero demandar;
voy entendiendo, azorada,
con lloro y con balbuceo
y se rinden las palabras
que me diste y que me dieron
en una sola y ferviente:
-"¡Gracias, gracias, gracias, gracias!"
Extracto del poema “Madre mía”. Mistral, Gabriela (1954) Lagar. 1era edición. Editorial del Pacífico. Santiago, Chile.
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