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Foto del escritorLas Libres Revista

De cultura de lacancelación y castigos a las malas mujeres

Hace varias semanas el sitio digital del periódico El Universal publicó un texto de Leticia Bonifaz llamado “Esta lucha es mía” en el que hace alusión a la importancia de incorporar a las “identidades diversas” en la agenda feminista en nombre de la interseccionalidad como modo de expresar intereses colectivos permitiéndose, con gran audacia, comparar la opresión sistémica que han sufrido las mujeres indígenas o afrodescendientes con aquellos hombres que se autoperciben como mujer aun cuando solo ella y quienes comparten ese esquema ideológico saben lo que significa. El texto al que se hace mención dio cabida a un acalorado debate en redes sociales entre feministas abolicionistas y críticas del género y aquellas que, al servicio del patriarcado dicen que sí con fervor a sus promesas de falsa emancipación, ocasionando que desde las filas radicales se hiciera pública una carta en respuesta a tan preocupante escrito por parte de una mujer contratada como experta en la CEDAW. Esta carta respaldada por más de 400 mujeres es el resultado de varias cosas: • Que las abolicionistas no tenemos los mismos espacios ni en los medios, ni en la academia para denunciar que la teoría queer ha contravenido a los avances que el feminismo ganó como lucha de emancipación por los derechos de las mujeres. • Que el transectivismo ha permitido que quienes siempre han ostentado privilegios se perpetúen en ellos en nombre de una supuesta inclusión. • Que cualquiera puede ser experta o experto en temas de género si este se confunde con feminismo o mujer, aunque sea todo lo contrario. • Que tanto el feminismo como las herramientas de análisis como interseccionalidad son utilizadas al gusto de quien las interprete y todo el desarrollo teórico entonces se queda corto. El texto de Bonifaz es por demás preocupante, misógino y mezquino y es muestra de que un pequeño grupo que proviene de la academia puede utilizar las plataformas a su alcance para extender una voz y un pensamiento que no representa a todas las feministas, porque desde los lugares donde se observa la realidad social, nos oponemos a eliminar la categoría mujer para que en su lugar quepa lo performativo o las identidades diversas sin entender al menos cómo se construye la identidad. El feminismo no fue nunca la mamá de las luchas de todos y todes como insisten en presentarlo en programas de tv nacional, tal como lo hizo Marta Lamas en su reciente participación en el programa agenda pública del 19 de diciembre de 2021, donde acusa a las abolicionistas de “excluir las opiniones diversas” y de someter a la cancelación y al juicio sumario a personajes que difunden la supuesta voz de la interseccionalidad y que además, ostentan cargos públicos, tal como sucede con Leticia Bonifaz, integrante de la CEDAW, Nadine Gasman, Marisa Belausteguigoitia y Tamara Martínez, directoras respectivamente del Inmujeres, el Centro de Investigaciones y Estudios de Género, de la UNAM y la Coordinación para la Igualdad de Género de la misma institución. Todas ellas contando con un amplio respaldo para difundir por diversos medios el pensamiento liberal de la diversidad, la inclusión y los “derechos humanos”, aun cuando todo este paquete supone para otra facción del feminismo vivir el acoso constante de la comunidad arcoíris. El abolicionismo, por su parte, nunca fue tan repudiado como lo es ahora que cada vez somos más mujeres denunciando la violencia estructural y la complicidad patriarcal que existe en nuestro movimiento por parte de aliadas del sistema. Las que acompañamos y hacemos activismo tenemos una preocupación legítima sobre las políticas de identidad de género, porque esta pasó de tener relación con lo cultural a ser producto del juego tergiversado del género. Y es que hace falta repetirlo las veces que sean necesarias, el género es una categoría que permite explicar los alcances de los roles impuestos con base en el sexo y como estos son diferenciados en tanto se es hombre o mujer. El género no se performa, se asimila a través de la imposición. No existe ningún tipo de regalías que nos acompañen por nacer mujeres en una sociedad que se enriquece de la explotación de nuestros cuerpos y los cuidados que obtiene de nosotras. En ningún escenario se nos ha preguntado si deseamos o no servir, se nos ha educado para ello. Lo mismo pasa con las 10 asesinadas en México, nadie les preguntó si estaban performando su género o si acaso se sentían mujeres, su agresor utilizó violencia y las ultrajó sabiéndolas mujeres. Para el capialismo rampante la situación no es otra, sabe identificar los cuerpos que se explotan y reconoce que de los cuerpos de las mujeres históricamente ha habido ganancia. Derivado de esto, resulta problemático no entender que el feminismo es un movimiento político de las mujeres para las mujeres y que, afirmar que se debería incluir a otros sujetos permite minimizar y hasta invisibilizar nuestra opresión. Nadie niega que exista racismo, clasismo, homofobia o transfobia, sin embargo, son luchas que no deben estar dentro del feminismo porque tienen raíces diversas que, si bien pueden estar relacionadas con el patriarcado, no tendría por qué corresponder a las mujeres luchar por la emancipación de todos y “todes”. Utilizar a beneficio personal los espacios que durante décadas nos fueron negados para señalar y enjuiciar a las feministas con las que no se está de acuerdo, es iniciar una persecución y cacería de brujas que no es nueva para las mujeres y habla en realidad del privilegio que insisten en erradicar. Privilegio académico y político por crear alianzas conelpatriarcado.Relacionesdelealtadquehan sido creadas desde la conciencia de saber que hay todo un lobby del transgenerismo expandiéndose frente a nuestros ojos mientras algunas dicen que es diversidad y performance. Estamos en el momento justo para iniciar a preguntarnos por qué las leyes de identidad de género que benefician en su mayoría a los hombres han obtenido tan buena respuesta en los diferentes ámbitos de la sociedad y por qué lo que corresponde a las mujeres nunca se quiere ni considerar. Insistamos en que los deportes, la medicina y nuestros derechos se queden siendo nuestros, porque permitir la entrada de cualquiera que sienta que es una mujer, es un retroceso grave que, lejos de garantizar derechos para personas trans, implica que invisibilizar luchas que a diferentes sectores nos han costado. Denunciar por diferentes medios el desacuerdo sobre estas políticas no es transfobia, ni es motivo para ser “canceladas” o vetadas de espacios. Mucho se dice de una supuesta intolerancia del feminismo radical hacia los hombres y hacia lo queer, pero ¿en qué momento vamos a priorizarnos en nuestra propia lucha sin ser malas mujeres? El mensaje es claro, hablar de mujeres siendo mujer nos puede costar que personajes de la academia nos acusen en tv nacional o que el séquito de hombres bañados en glitter nos amenace durante días sin parar y, sea cual sea el escenario vamos a resistir.

Keith López Nares Internacionalista, abolicionista e integrante de Colectiva Asteria.



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