Mi primer acoso fue alrededor de los seis años por parte de uno de mis primos, recuerdo vagamente que me tocó y besó como si se tratara de un juego, en ese momento me sentí confundida, no entendía lo que ocurría, sin embargo, presentí que algo no estaba bien. Por muchos años decidí callarlo hasta que pude comprender que todo aquello que parecía un juego de niños me convirtió en una víctima de abuso sexual. Mi segundo acoso fue, muchos años después, una tarde cuando salía de la preparatoria, mientras mi amiga y yo esperábamos el camión de regreso a casa. Un hombre que conducía un taxi se detuvo frente a nosotras y preguntó por una dirección, al acércanos para darle respuesta, el hombre tenía el pene fuera del pantalón y se masturbaba, dijo “miren”, al momento que señalaba su miembro, segundos después se arrancó, nosotras nos quedamos desconcertadas y con impotencia. En otra ocasión, también en preparatoria tuve que salir a imprimir un trabajo. Normalmente, por ser una zona escolar había gente, pero ese día las calles extrañamente estaban vacías. Caminaba sobre la banqueta cuando me percaté que alguien me seguía. Al inicio no le tomé importancia e incluso intenté hacerme a un lado para no estorbar el paso, sin embargo, comencé a sentir su presencia cada vez más cerca, de reojo vi que se trataba de un hombre. Me puse muy nerviosa y aceleré el paso, pero fue inútil ya que él también corrió tras de mi. Decidí voltearme y encararlo, de inmediato, él metió su mano debajo de mi falda y me tocó las nalgas. Me asusté, lo insulté y se alejó corriendo. Busqué desesperadamente ayuda pero no había nadie, me sentí de nueva cuenta impotente y triste hasta llorar. Recién egresada de la universidad, a los 22 años, me convertí en practicante en un área de comunicación social, uno de los jefes comenzó a acercarse amable, sincero y con el interés de apoyar mi crecimiento profesional, al menos eso me dijo. Cuando terminé los 6 meses de mis prácticas me ofreció trabajo y todo parecía demasiado bueno para ser verdad, al paso de los días me pidió que lo acompañara a reuniones de manera constante,monitoreaba los horarios de entrada y salida, me invitaba a comer y se ofrecía a llevarme a mi casa todo el tiempo. Tarde semanas en entender que me estaba acosando, todo quedó claro cuando comenzó a incomodarme y me negaba a comer con él o que me llevara a mi casa. Entonces comenzó la manipulación y amedrentarme, molesto, me recordó que gracias a él tenía trabajo, que había confiado en mí pese a mi falta de experiencia y había apoyado mi crecimiento profesional, por lo que debía hacer lo que él me pidiera. El acoso aumentó, un día me “aclaró” que únicamente me había contratado porque le gustaba, intentó besarme y exigió le “pagará con algo” por el espacio de trabajo que tenía..., tres meses después renuncié. Mi historia es reflejo de lo que viven diariamente miles de mujeres: acoso y abuso sexual en casa, la escuela, la calle, el transporte público y el trabajo. Para los hombres son bromas, hechos menores, para nosotras, el pan nuestro de cada día o mejor dicho “el abuso nuestro de cada día”. Gloria López Comunicóloga y reportera chilanga, en proceso de deconstrucción. Apasionada por la política y temas con perspectiva de género y de diversidad sexual.
El acoso nuestro de cada día
Actualizado: 26 ago 2022
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