Karime Ortiz
Mientras cursaba la carrera universitaria, fui representanta de la Facultad de Filosofía en el Consejo Universitario dónde tuve voz y voto en algunas situaciones universitarias.
En los primeros meses me topé con una publicación en Facebook de una amiga que decía que era muy triste porque se había percatado que en su título se colocaría el título de ‘licenciado’. Me quedé impactada, no sabía que esa iba a ser la sorpresa al recibir nuestro título. De inmediato le contesté la publicación, le dije que lo podíamos comentar con el Consejo Universitario para modificar lo necesario y que no siguiera ocurriendo.
Me invitó a una sesión de círculo de tertulias feministas para hablar del tema y redactar algo que nos ayudara a presionar la solicitud. Me topé con muchas mujeres, amables, abiertas y dispuestas a trabajar conmigo para hacer nuestros sueños realidad.
Fue así como desde la primera carta que mandamos, nos pusimos a recolectar firmas en la universidad para presionar y evidenciar que no era un asunto particular en el que solo unas pocas estábamos interesadas. Fuimos muchas,
todas contentas porque por fin se hiciera justicia histórica a las mujeres de la universidad para que en nuestros títulos se evidenciara que nombrarnos sí importa; que somos mujeres, licenciadAs, maestrAs y doctorAs. Luego de unos meses de no soltar el dedo del renglón, se aprobó con un solo voto en contra. Gran día para nosotras. Salí con unas ganas
de llorar enormes, nos abrazamos y nos felicitamos. Fue ahí que entendí que las luchas sí dan frutos, que no son fáciles ni cómodas, pero que hay que luchar por lo que nos merecemos, juntas.
Unos meses más tarde fui a la “brillanteada” de mi estado y nada volvió a ser igual. Sentía que nada nos podía detener, que las calles eran nuestras, que los gritos, el dolor, la frustración, las ganas de luchar provocaba una ola de esperanza al vernos juntas. Nunca más dejé de luchar por nuestros derechos, jamás me sentí tan orgullosa de ser mujer y por fin vi que estaba rodeada de hermosas mujeres que, como yo merecen un mundo mejor.
Creo que como mujeres, cuando nos proponemos algo vamos tejiendo un telar que nos cobija en la resistencia de vivir como queremos. Lo logramos ese día y muchos más, lo seguiremos logrando por nuestras ancestras, nosotras y las que vienen.
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