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Iluminando mi vida de color morado y verde

Michel Marín Todo comienza cuando empiezas a tomar un poco de conciencia y el patriarcado se encarga de ser tu único mejor amigo, pero en realidad lo que no sabes es que es tu más grande enemigo y lo último que quiere es tu bienestar; y vaya que es normal agredir a las mujeres que te rodean, competir con ellas, criticarlas e ir por el mundo hiriéndolas a diestra y siniestra, porque el patriarcado dijo que eso es lo que hace el génerofemeninoyesloquetedefinemayormentecomo mujer, pero el feminismo te ilumina en ese proceso oscuro y te ayuda a descifrar por qué el verdadero enemigo es el patriarcado. Entras en la etapa de la adolescencia y tristemente tu historicidad solo te permite ver lo que el patriarcado marcó como “favorable” para ti y lo tomas como una verdad absoluta: que si una chica es gorda es malo, que si es flaca es malo, que si vive su sexualidad con libertad es malo, que si decide tener más de un vínculo amoroso es malo, que si decide seguir con su pareja es una tonta, que hablar mal de las demás mujeres se vuelve tu actividad favorita, involucrarte con hombres con pareja está bien y creer que las historias que bien ha vendido Hollywood sobre las chicas “pasivas/agresivas” tienen toda la razón y por ende debes sobajar y humillar a las mujeres. Todo ocurrió muy rápido, tan solo tenía 17 años y una carga enorme de patrones tóxicos y machismo normalizado, en ese momento hubiese deseado que la marea verde con morado hubiera iluminado mi mundo. A los 17 años comienzas a verte como una mujer madura y quieres comerte al mundo o eso era lo que yo sentía. Comencé a tener mi primer noviazgo formal y como mencioné, venía de un ambiente lleno de patrones tóxicos y normalizaba el machismo y los micromachismos. Fue una relación llena de violencia física, maltrato psicológico y mucha dependencia emocional de la que no fui consciente hasta que el feminismo llegó a mi vida; a mis 17 años encontraba cualquier excusa para justificar esas acciones y hundirme en lo que el bonito patriarcado había nombrado como “amor romántico”. Al paso de un año descubrí que el chico que en ese momento era mi pareja me estaba engañando y la otra chica era más que consciente de esa situación, el amor romántico de la mano del patriarcado y el machismo te hacen creer que esa conducta en tu pareja es normal e incluso que está bien y debes pasarla por alto, porque eso hacen las buenas mujeres ante los ojos del patriarcado; eso me destrozó, mi historicidad estaba ahí aconsejándome que humillara a la otra chica, que la exhibiera y la hiriera, pero justo ahí algo cambió, de estar encerrada en un cascarón, este se abrió un poco y en ese momento decidí ponerle fin a esa relación y, fuera de liberarme de ese patán me libere a mí misma y fui consciente de que mi peor enemigo era el patriarcado, me dije a mi misma que jamás permitiría que otra mujer sufriera como yo en ese momento y no sería parte de triángulos amorosos donde las únicas dañadas y sobajadas fueran las mujeres o yo misma. Era una preparatoriana, ver casos de embarazos no deseados era bastante común, dejé de tachar a las chicas de “irresponsables” y “fáciles”. Entonces fue ahí donde el cascarón volvió a romperse y entendí que todas las mujeres son dueñas de su cuerpo y nadie puede decidir por ellas y mucho menos juzgarlas. Durante esa mista etapa distorsioné el ser acosada por un maestro, no le veía nada de malo, creí que su comportamiento era así por “buena onda”, pero comienzas a cuestionarte y cuando se te cae la venda de los ojos, esa sensación que todas hemos sentido que recorre nuestro cuerpo y nos paraliza me hizo romper otro pedacito del cascarón que ya para ese momento estaba flojo, solo le faltaba un empujón. Entre a la universidad y las ideas estaban más que arraigadas en mí, pero aun así el patriarcado seguía persiguiéndome, pues seguía teniendo conductas no favorables con otras mujeres. Me tocó realizar diversos trabajos de investigación y en uno de esos elegí hablar sobre los feminicidios porque para mí era indignante todo lo que pasaba, comprendí que la palabra “justicia” para las mujeres no existe y que le van a creer mil veces a tu agresor. Decidí salir del cascarón y decirle adiós definitivamente al patriarcado y todo lo que conlleva. Hoy puedo pedir perdón de forma sincera a las mujeres con las que competí o les dije “fáciles”, a las que critiqué su forma de ser o vestir, cuestioné su elección sobre decidir sobre su cuerpo o critiqué su forma de llevar su vida sexual. Hoy por hoy puedo decir que sigo aprendiendo del feminismo, sigo iluminando mi mundo de color verde y morado, para ser la voz y fuerza que mi mamá no tuvo para elegir si quería ser madre o no, para ser la voz de mi hermana poniéndole un alto a su jefe por ponerla a trabajar horas extra y por menos sueldo que sus compañeros hombres, para ser la voz y fuerza de mi abuela y no tener tantos hijos. Para seguir siendo la voz y fuerza de mi tía al decidir ponerle fin a su matrimonio, para seguir siendo la voz y fuerza de mis amigas huyendo de sus parejas que las hostigan, para ser la voz y fuerza de la chica a la que le filtraron sus fotos intimas, para ser la voz y fuerza de la madre que busca justicia, para ser mi propia voz y fuerza dejando de romantizar las conductas machistas, pero sobre todo para ser la voz y fuerza de todas las compañeras que seguimos exigiendo justicia para no ser la siguiente.


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