NACER SIN LIBERTAD Niñas y niños que viven en prisión con sus madres
- Las Libres Revista
- 1 ago 2021
- 6 Min. de lectura
Por : Cecilia Gabriela Rodríguez Quintero. Crishel Abigail Camarillo Contreras.
Charlotte es una mujer de 35 años que desde sus 22 se encuentra privada de su libertad en el Centro Estatal de Reinserción Social Número 1 denominado “La Pila” en el estado de San Luis Potosí por undelito que no cometió. Charlotte, la mujer que nos inspiró y que compartió con nosotras su historia, en realidad tiene otro nombre, pero para proteger su privacidad y salvaguardar su integridad e identidad, hemos decidido llamarla Charlotte en honor a su hija no nacida. Charlotte, como cualquier otra mujer con ganas ser madre, después de seis años interna en el centro penitenciario decidió iniciar lo que fue su segundo embarazo con mucho temor, incertidumbre y miedo, en atención a que en su primer embarazo fue víctima de negligencia médica, discriminación y diferentes violaciones a sus derechos humanos que se tradujeron en la muerte de lo que ella denomino como “una bebé muy deseada y amada” que murió en su vientre un día antes de que ella fuera encarcelada para ser trasladada al hospital e iniciar su labor de parto. De este segundo embarazo nació una niña con la que vivió 11 meses dentro del centro penitenciario, a pesar de que la Ley Nacional de Ejecución Penal reconoce como un derecho de las mujeres privadas de su libertad que las niñas y los niños (en adelante NN) bajo su guardia y custodia 2 menores de tres años pueden permanecer con ellas durante este periodo, no obstante, Charlotte decidió entregarle la niña a su papá, por las condiciones de riesgo y vulnerabilidad que vivió con su hija durante estos meses. Algunas de las condiciones que llevaron a Charlotte a tomar esta determinación fueron que desde inicios de su embarazo el espacio destinado por el centro Penitenciario para que las mujeres pueden vivir con sus hijos y sus hijas denominado “Centro de Atención Temporal Infantil” (CATI) en donde también viven las mujeres embarazadas, ya se encontraba lleno por tratarse de un sitio bastante pequeño en comparación con la población penitenciaria que en ese momento rebasaba las cien mujeres, al contar únicamente con siete cuartos pequeños equipados con una cama individual cada uno en donde las mujeres duermen junto a sus hijas e hijos. Además de que esta área no cumple con los estándares internacionales y nacionales establecidos para el desarrollo óptimo de las NN en esta condición, tampoco está exenta ni aislada de sufrir otros sucesos que ponen en riesgo la integridad de las NN que la habitan, como lo son los cateos donde las NN son registradas al igual que sus madres y cualquier otra interna, las riñas y motines donde el gas utilizado para contener estos sucesos irremediablemente les afecta, y el consumo de sustancias nocivas para la salud que es una práctica frecuente en los centros penitenciarios de nuestro país. Según los datos recabados por la organización civil, dentro de las prisiones en México las NN son víctimas en el 71% escuchando lenguaje inadecuado, 45.1% sufriendo revisiones en cateos, 19.5% al estar en contacto con drogas, 16% presenciando motines, 2.5% presenciado homicidios u otrasconductas delictivas, 4.7% sufriendo maltrato por el personal penitenciario y el 0.9% siendo víctima de abuso sexual (REINSERTA 2019). Por estas condiciones aunada a la sobrepoblación en el CATI Charlotte decidió vivir con su hija en el dormitorio que desde antes de ser madre compartía con otras dos mujeres con las cuales ya tenía una relación estrecha, en donde además se sentía segura y tenía más control de su espacio. A saber, en México, solo el 10% de las prisiones cuentan con áreas de maternidad y de educación temprana (ídem) por lo que todas aquellas prisiones que no cuentan con estas instalaciones no permiten el ejercicio del derecho de las mujeres madres de vivir con sus hijas e hijos. Aun así, los centros penitenciarios que sí cuentan con esta infraestructura como lo es en el que se encuentra Charlotte no son garantía del pleno ejercicio de este derecho, ella misma refiere que “La cárcel no es un buen lugar para los niños” refiriéndose a otras situaciones que ponen en riesgo la integridad y el pleno desarrollo de los infantes en el lugar. En este rubro algunos de los derechos que se ven transgredido son por ejemplo el derecho a la alimentación, ya que en la mayoría de los centros penitenciarios se encuentran prohibidos ciertos alimentos, en su mayoría frutas, alimentos enlatados o los empacados en recipientes de vidrio. Ejemplo de las primeras son la manzana, uva, papaya, piña, pera y cualquier otra fruta que pueda ser fermentada, pero que también son de vital importancia al comenzar la dieta sólida de un bebé; en cuanto a los alimentos enlatados, es bien sabido que las fórmulas lácteas para bebés son en polvo y estos no ingresan sin antes ser profanados por el personal de seguridad penitenciaria,quepararealizaresteprocedimientode revisión, no tienen ni los más mínimos filtros de higiene y que en el proceso puede llegar a contaminar la leche; lo mismo sucede con los alimentos ya preparados para el consumo de los bebés como lo son las papillas, que por venir en envases de vidrio son rechazados, desde un primer filtro. Esto deja como única fuente de alimentación para las NN, los alimentos proporcionados por el centro penitenciario, los cuales son iguales a los destinados para las personas adultas, con la única diferencia de que son molidos y servidos en una menor porción, lo cual propicia la desnutrición y otros problemas de salud. Otro derecho especialmente vulnerado es el derecho a la salud de las NN, al respecto Charlotte refiere que en el centro donde está interna el pediatra solo acude los fines de semana, pero ahora por las medidas de prevención por COVID-19, el profesional no ha acudido ni en una solo ocasión al centro penitenciario dejando sin atención médica especializada a los dos menores que actualmente viven ahí con sus madres. Esto es muy preocupante ya que, según los datos, de la totalidad de las NN que viven con sus madres en prisión en México, solo el 61% cuentan con un esquema de vacunación completo, únicamente el 54.7% es beneficiario de campañas de salud, el 51.4% reciben atención pediátrica, y tan solo el 32% cuenta con atención psicológica (ídem). Otro de los asuntos graves es la escasez de medicamento pediátrico, ya que solo el 32% manifestó tener acceso a medicina específica para su edad (ídem). También es complicado cuando hablamos del abastecimiento de productos esenciales como pañales, toallitas húmedas, pomadas para rozaduras, chupones, entre otros, que para acceder a ellos las madres optan por pedírselos a los familiares que se encuentran en libertad, y las que no cuentan con esta opción por ser foráneas o por no recibir visitas piden ayuda a otras internas para conseguirlos mediante sus familiares, en ocasiones inclusive pidiendo cooperación para comprarlos, ya que además los centros no cuentan con servicios de guardería para que las madres puedan acceder a los pocos espacios laborales y con ello contar con un ingreso económico. Sobre este último punto es importante destacar que las NN que viven en reclusión con sus madres deben permanecer siempre con ellas, incluso cuando son segregadas por distintos motivos de castigo, o bien aisladas en seguimiento de las medidas sanitarias a causa del COVID-19. Estos lugares de aislamiento son lugares más pequeños de lo habitual, donde generalmente las NN lloran y se desesperan al ser encerradas dentro de su encierro. En este orden de ideas se entiende que las NN siguen la suerte de su madre como lo es en los cateos, ya que son revisados con exhaustividad, tal y como lo relata Charlotte quien presenció un cateo federal durante el tiempo que vivió con su hija. De por si los cateos ya son aplicados de manera indigna y sin ningún tacto hacia las mujeres privadas de la libertad, esto no es diferente al tratarse de sus bebés, ya que ella recuerda que decomisaron todo lo que les pareció inapropiado en sus estancias, como lo fueron biberones, chupones, pomadas para la rozadura, ropita que no era acorde con los colores permitidos, vaciaron al piso los pocos alimentos que se les permite tener, tratando con agresividad a sus madres sin importar que asustaban a las NN presentes, hasta provocarles el llanto. Es claro que la vida dentro de un centro penitenciario es dura para las mujeres, pues de igual manera lo es para sus hijas e hijos, es importante destacar que la solución no es prohibir que las NN vivan con su madres en los centros de reclusión, ya que esto se trata del ejercicio de un derecho que debe ser garantizado a la luz del interés superior del menor, lo que implica que las mujeres sentenciadas reciban como ultima alternativa la pena privativa de la libertad o bien, que los centros cuenten con los estándares mínimos para el desarrollo integro de las NN que los habitan. Crishel Camarillo Abogada feminista por la UASLP enfocada en el derecho Penal. Colectiva Sororidad Ciudadana Perspectiva Lila Twitter: @Crishel_C crishel.camarillo0198@hotmail.com Cecilia Rodríguez Abogada feminista por la UASLP. Defensora de derechos humanos desde el litigio estratégico. Colectiva Sororidad Ciudadana Perspectiva Lila. Twitter: @CGRQ19 @SororidadL FB: Sororidad Ciudadana Perspectiva Lila. Correo: Cecilia.rdzquin@gmail.com

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