De la gordofobia y el control capitalista
En la historia de la humanidad, han sido diversas y variadas las formas en que la sociedad ha identificado lo estético de lo repulsivo; fue a finales del siglo XIX y comienzosdelXX,quelagorduracomenzóaserel nuevo método de control de las mujeres. Donde antes estaban la voluntad del padre, los hermanos y el marido, como método disciplinario y regulador de la conducta femenina, empezó a tener espacio el adoctrinamiento corporal, con base a estándares establecidos por esos mismos padres, hermanos y maridos; pero con la ventaja de no tener que estar presentes para cumplir con su rol supervisor; sino utilizando la mejor técnica que el patriarcado pudo enseñarles: la presión social de alcanzar algo inventado por ellos mismos. Así se gestó la enorme maquinaria capitalista y heteropatriarcal, que ha condenado la sumisión de nuestras cuerpas, ante cánones de belleza que rayan en lo ridículo y nos hacen sentir vergüenza por nuestras cuerpas desnudas, porque es indudable que hablar de gordura, es hablar de género, porque es en las mujeres en quienes siempre recaen los mandatos patriarcales del deber ser, y es ahí donde se gesta la ideología misógina de adoctrinamiento con base a la delgadez como aspiración. Aunado al bombardeó mediático de cuerpos perfectos, nos encontramos con discursos médicos que definen a la gordura como enfermedad, esto no es gratuito, ya que no podemos olvidar que quienes dominan los espacios públicos, desde cualquier esfera de poder, son los mismos que dirigen el odio hacia todo aquello que les resulte detractor. Entonces tenemos acciones que van desde los razonamientos, opiniones, comentarios, en lo público y en lo privado que condenan empedernidamente, a quienes no se apegan a la norma establecida. Aludiendo a la supremacía de unas corporalidades sobre otras, bajo el disfraz de preocupación por la salud de quienes las ostentan. Este discurso, donde la gordura es atacada por afectar la salud de las personas y específicamente de las mujeres, tiene la única intención de modificarnuestras cuerpas a su servicio, y que, en el proceso, sigamos siendo consumidoras-engranes, de su maquinaria capitalista. Nos basta recordar que durante la pandemia por COVID-19, los memes sobre el peso ganado en la cuarentena inundaron las redes, así como se dispararon el número de youtubers e influencers, que promovían el ejercicio en casa, para seguir estando en forma; también hubo ofertas en diversos supermercados en aparatos de ejercicio y tratamientos para bajar de peso. Al mundo le importaba más, mantenerse delgados durante la cuarentena, que estar a salvo de los contagios. El sistema regula lo que es correcto y lo que no, por ello, el control de las cuerpas de las mujeres le ha servido bastante, porque mientras nos preocupamos por lo que comemos y las maneras de restringirlo, a fin de lograr cuerpas delgadas quesean del agrado masculino; la lucha por nuestros derechos pasa a segundo término. Es evidente que el discurso médico ha hecho que entendamos la gordura como un problema de salud, pero se ha olvidado de enfatizar que es a mujeres pobres y mujeres indígenas a quienes más afecta. En un país donde la precarización de que somos objeto las, es inevitable que preferimos una canasta básica que nos de alimento todo el mes, a una que nos nutra saludablemente durante solo 2 semanas. En México y en Latinoamérica “comer es un acto político”.Y cuando nos reivindicamos como cuerpas gordas y corporalidades disidentes; cuando empezamos acolectivizareldesprecioyodioqueprofesanalas cuerpas gordas, el patriarcado se cuela por la alcantarilla, e intenta apropiarse de nuestras conquistas, con ideas de falsos empoderamientos. Así nos trae campañas de famosas marcas de ropa, lencería, joyería, etc., con modelos que salen del canon del resto. Es decir, modelos una o dos tallas más grandes que sus compañeras, con celulitis, algunas estrías; todo para decirnos que, sin importar nuestras supuestas imperfecciones, podemos ser deseables para los hombres. En este contexto, vemos cuerpas gordas en algunos casos, pero nuevamente corporalidades que se ciñen a normas establecidas; mujeres con curvas, pero figuras de reloj de arena son las mujeres plus size que vemos en pasarelas y revistas; además de ser hetero normadas, son consumidoras fehacientes de su maquinaria capitalista. No hay mujeres gordas, lesbianas, con corporalidades diversas, con bellos, con acné, con ropa que no sea de diseñador. Toda está implementación de modelos de talla grande en la industria de la moda, no es más que una jugada neoliberal, para fortalecer la idea que las mujeres nos configuramos en torno a la mirada de deseo masculina. Es en este punto donde el feminismo tiene aún, una larga labor. Debemos dejar de creer que la gordofobia es solo odio a las cuerpas gordas, sino que es el resultado de una estructura política, económica y cultural que ha determinado los lineamientos para medir las cuerpas y los cuerpos, de acuerdo con sus propios intereses. Es imperante, dentro del feminismo, un ejercicio político que nos ayude a dar el correcto lugar a la lucha contra la gordofobia; colectivizar el problema nos ayuda a encontrar soluciones que no se confundan con falsos empoderamientos, sino con reivindicaciones reales de lo que somos y de los alcances de nuestra lucha. Escuchar a las mujeres gordas dentro del feminismo, nos da luz sobre la realidad que permite a la gordofobia seguir propagándose en nuestro país y en el resto de Latinoamérica. El sistema capitalista heteropatriarcal, por siglos ha marcado el camino que debemos seguir en todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida; por ello debemos entender a nuestras cuerpas como el primer espacio a conquistar, para nosotras mismas como trinchera; y frente a su política de dominio y destrucción como barrera. Debemos reivindicar lo que por siglos han utilizado para oprimirnos, arrancar su visión de nosotras como eje moderador de nuestras conductas, y romper con sus patrones hegemónicos. La gordofobia es parte del sistema patriarcal, y se respalda por el discurso de una medicina androcéntrica, que a su vez ha sido gestada a raíz del colonialismo y el capitalismo; que por siglos nos han dictado como vivir, con la única finalidad deseguir sosteniendo su sistema de violencia y muerte. Ante este panorama, el feminismo como emancipador de las corporalidades gordas, es la única solución que tenemos, para ser libres y dueñas de nuestra propia concepción de la belleza.
Nallely González Mujer y madre feminista. Periodista y literata con enfoque crítico y de género. Batuquera y activista que prioriza siempre a las mujeres
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