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Foto del escritorLas Libres Revista

¿Por qué las niñas ya no necesitan ser princesas ni los niños caballeros?

Una genealogía desde la literatura infantil.


No es novedad que nos encontremos ahora, como personas -sobre todo mujeres adultas- frente al gólem de la deconstrucción, enmarcada y arañando los bordes de los feminismos, buscando el camino amarillo para encontrar-nos con respuestas a las experiencias que hemos sido sometidas, resultado de un largo devenir, azotadas por un sistema patriarcal y machista que se esfuerza tanto en no dejarnos escapar, que se cuela hasta en los rincones más lejanos en las esquinas de los cuentos. ¿Cuántas de nosotras no crecimos con la idea del vestido ampón, ampón, las zapatillas genuinamente de cristal, una vida llena de romance y glitter, acompañadas desde el altar de la mano y amor del incomparable príncipe que canta, baila y nos elige de entre la multitud de sus opciones casamenteras? Y claro, con todos los discursos performativos que nos atraviesan, casi imposible identificar por donde nos ataca el patriarcado. Sin embargo y a conmemoración del día de las infancias, podemos resaltar y colocar el discurso en las nuevas narrativas no solo de las películas, sino de las historias, donde ya no hay una víctima perfecta y por ende, tampoco héroe, ¡y qué bueno!, porque cuán cansado ha sido obligarles y exigirles a las niñas ser la esposa perfecta y la bonita de la historia, y a los niños el valiente, rico y poderoso hombre responsable de la vida de cada damisela en peligro que se le atraviesa. ¿Por qué es tan importante hablar de feminismos y nuevas masculinidades? Primero, para ir desquebrajando ideas y modelos ortodoxos de crianza, después, porque la educación binaria, hetero y sexista nos ha dejado más problemas a resolver que beneficios o resultados; porque el mundo para el que hemos sido educadas está dejando de ser vigente y las nuevas generaciones necesitan referentes reales – y felices – ante las situaciones que les está tocando enfrentar y habitar, necesitan otras y nuevas herramientas para ir (re) (de)construyendo sus mundos y las formas de vivirlos. ¿Hay que meter el feminismo en todo, hasta en los cuentos? SÍ. Imprescindible leer con lentes violetas cada historia y no dejar de lado el análisis; nuestras infancias lo ameritan y necesitan, y nosotras también. Basta de seguir reglas, normas sociales y culturales que limitan, etiquetan y acotan a las personas en roles a cumplir obligatoriamente, cuando está latente y permanente la posibilidad de recrear y reinventar los personajes que queremos conocer, leer y hasta ser, dentro y fuera de los libros o pantallas. Que las princesas queden como el referente memorable testigo del paso del tiempo, como esos modelos que hay que incumplir. Hasta con un poco de cariño, dar las gracias a nuestras comadres que nos enseñaron a ser valientes como Mulán y Mérida, que se cortan el pelo y truenan las costuras de los vestidos que les impiden actuar y decidir sobre sus propias vidas, que nos mostraron que es posible materializar nuestros sueños a través del esfuerzo y trabajo como Tiana, que podemos romper con patrones familiares que no nos suman como Elsa y Pocahontas, que tenemos valía más allá de nuestra belleza como Fiona, que podemos ser amables pero también quebrarnos para reinventarnos y salir adelante como Cenicienta y Jazmín.

Para los niños, que los samurai son más que mercenarios que asesinan a sangre fría por dinero, sino hombres que trabajan el campo y destinan su esfuerzo a salvaguarda comunitaria, que los superhéroes lloran y tienen más cualidades más allá de la fuerza física o el dinero, que los caballeros también se abrazan con y sin armadura, que hay reyes amables, padres presentes y hombres que no besan a las mujeres sin su consentimiento. En aras de la celebración de las niñas y niños, es más que pertinente y un tema urgente, desenmarcar las historias que terminan en matrimonio entre desconocidos para escribir nuestras propias historias más allá de los mitos del amor romántico y los pilares de la masculinidad hegemónica basadas en el poder y el orgullo. Por más infancias que logren vivir sus sueños, sin la obligación de tener que cumplir con los de alguien más; que logren ser las y los autores de su propia vida, fuera de moldes, arquetipos y modelos a seguir, con imaginarios llenos de retos y desafíos que logran cumplir, sin la bruma de un sistema que les exija ser alguien que no son, ni pasar su vida en el intento de lograrlo, donde vivan relaciones placenteras, que sumen a sus vidas un millón de experiencias que les concedan más de mil deseos y un montón de finales y comienzos llenos de felicidad.




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