Por. Arleth García arleth020797@gmail.com
Las cenas de año nuevo tan ostentosas y llenas de comida que he vivido a lo largo de los años en casa de la abuela siempre me parecieron mágicas. Me recuerdo llegando uno o dos días antes y ver que abuela ya tenía varios pasos avanzados de los platillos.Algunas veces le ayudaba, aunque la mayor parte del tiempo la pasaba haciendo otras cosas. Cerca de las nueve de la noche bajaba a comer y todo estaba listo. No prestaba mayor atención a los detalles de su proceso de realización. Fue hasta que abuela se jubiló y pasé una semana antes de fin de año en su casa que fui consciente del trabajo que implica el preparar un momento que dura un poco más de dos horas.
Abuela trabajaba de siete de la mañana a cuatro de la tarde. El trayecto de ida era de dos horas y el regreso de casi tres. A lo largo de la semana previa al 31 de diciembre hacía tiempo para las compras de víveres, el picar los ingredientes, ir cociendo la pasta, la limpieza a profundidad de cada espacio del hogar, la compra de regalos, tiempo para cuidar a las nietas, responder la duda de la hija y los hijos sobre qué más traer, todo esto sin descuidar su trabajo y las horas de trayecto.
Aunque ya estaba jubilada de una empresa su trabajo se duplicó. Hija, hijos y pareja hacían peticiones especiales a abuela con el pretexto de que “tenía mucho tiempo libre”. Las cenas que ya eran ostentosas se convirtieron en buffet con las comidas preferidas de cada integrante de la familia con dos o tres postres para complementar y la limpieza se volvió depuración de artículos sin ocupar, sin olvidar que las nietas y el nieto pasábamos casi tres semanas en su casa.
Gritos, discusiones y problemas se generaban porque abuela se retiraba a dormir después del conteo de año nuevo. Quejas cargadas de ignorancia por parte de su familia que veía como grosería el no querer disfrutar de estos momentos y la excusa final de que ahora que era libre ya no había motivos para no estar en cada festividad hasta que terminara.
Como si la edad y el cansancio no fueran suficiente respaldo de los no que abuela tenía que repetir cada vez más seguido, cada que querían pedirle un nuevo favor o asignarle una tarea extra. La abuela pasó de estar atada a una empresa con horario fijo por más de cuarenta años a ser esclava de su familia, sus deseos y un sin fin de cenas de año nuevo venideras.
Semblanza:
Arleth García. Periodista y Escritora Feminista. Miembra de la Red Vivan las Mujeres de Amnistía Internacional México. Sólo es el reflejo de los libros que lee, la música que escucha y los doramas que ve. Su lucha es de, por y para las mujeres. @Arlethsauria
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