Por. Yadira López Velasco.
Hace un par de años, cuando todavía era estudiante de licenciatura, vino de movilidad una joven chilena, de inmediato hicimos amistad, me contaba aspectos sobre el reto que representaba para ella ser una mujer estudiando una carrera y haber salido de Chile. Solíamos hablar sobre cómo estaba estructurado el esquema educacional en aquel país del sur, comparábamos nuestras universidades, nuestros contextos.
Un día saliendo de una clase impartida por una profesora abiertamente feminista y lesbiana, dejó sobre la mesa la pregunta de lo que significaba ser mujer en un Estado tan omiso y patriarcal. Me miró y me dijo: ¿Qué significa para ti ser una mujer mexicana?
La verdad, su pregunta me dejó en blanco y, en aquellos años, no supe cómo responder del todo. Hoy, a casi 6 años de aquel evento, vuelvo a replantearme ¿qué es para mí ser una mujer mexicana? y, sobre todo, si tenemos una esencia, porque al pasar de los años, he escuchado que la esencia de las mexicanas es la sumisión, el drama y la abnegación.
Es importante señalar que somos seres humanas viviendo una experiencia desde lo biológico, lo social, lo histórico, lo político y lo cultural, y justamente, es todo esto que nos lleva a la reflexión y al cuestionamiento.
Soy una mujer indígena, que ha roto con los esencialismos desde el momento en que decidí nombrarme y vivirme lesbiana, migrar a una ciudad, pelear por acceder a la educación, mostrarme a favor del aborto y llamarme feminista. Además, las condiciones culturales, sociales, históricas y políticas, nos colocan como sujetas subordinadas, ajenas al deseo, sin ciudadanía, sin autonomía y sin razón. Es justo por esta noción de subordinación que el Estado, ha sido sordo y ciego a las demandas, no sólo de mujeres indígenas, sino de todas las mujeres en general, dudo de esas expresiones que nos colocan como abnegadas y sumisas porque son historias que han puesto sobre nuestros hombros, que vienen desde las voces, miradas y lógicas masculinas.
No puedo creer en una esencia de sumisión, cuando a diario miro a mi alrededor historias de mujeres que están desafiando al sistema, mujeres indígenas ocupando cargos políticos, mujeres lesbianas amándose, mujeres jóvenes tomando instalaciones gubernamentales, convirtiéndolas en refugios, estallando en digna rabia, madres de mujeres desaparecidas gritando consignas, mujeres de la periferia haciendo poesía desde el dolor, campesinas poniendo el cuerpo en la defensa de su territorio.
Hoy, quizá podría contestar que ser una mujer mexicana, es desafiar constantemente un sistema que nos quiere calladas, solas, tristes o enfermas. Pero ser mexicana es no volver a callar, es tener una libre determinación sobre nuestra vida, nuestro cuerpo, nuestro placer, nuestro posicionamiento político y decir una y mil veces más que ¡Vivas nos queremos! Y que, si realmente hay una esencia de ser mujer mexicana, esa esencia es la rebeldía. Esta digna rabia se acuna en mi útero, nace en mi piel, recorre mi cuerpo y estalla en mis labios, esta digna rabia somos todas.
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