Por. Brenda Cristal González Enríquez.
¿Cuántas veces hemos escuchado decir que “el amor todo lo puede”, o que “por amor somos capaces de cualquier cosa”? Es común ver plasmadas estas frases en los programas de televisión, las novelas, las canciones y hasta en los libros como un sinónimo de sufrimiento. El amor romántico, durante décadas, y generación tras generación ha sido un arma letal que se ha transmitido hacia las mujeres hasta la actualidad. El amor romántico es un arma tan potente que es capaz de someter y controlar a la víctima sin que esta se dé cuenta.
Durante años, las mujeres nos hemos aferrado a situaciones de maltrato, abuso y explotación, en nombre del amor; hemos sido capaces de humillarnos, y después presumir de nuestra intensa capacidad de amar. “Por amor”, nos sacrificamos, nos dejamos anular y hasta perdemos nuestra libertad.
En México, las mujeres privadas de la libertad son un segmento de la población que comúnmente es abandonado y estigmatizado; si bien es cierto que algunas de las mujeres en prisión cometieron delitos, y como consecuencia de ello fueron condenadas a la prisión, también lo es, que una parte importante de la población penitenciaria femenil está ahí a causa de sus parejas sentimentales o sus familiares.
Tal es el caso de Laura de 45 años, originaría del Estado de México, quien estuvo en el penal de Barrientos durante 12 años, y uno más en Neza Sur, acusada de “Privación Ilegal de la Libertad”, delito que ella no cometió, y por el cual fue sentenciada a 25 años por las acciones de su entonces pareja sentimental, de las cuales ella no tenía conocimiento alguno. Laura refiere que, previo a su detención, vivía en un matrimonio muy violento, víctima de violencia física, psicológica y económica. Durante ese matrimonio procreó 2 hijas, quienes al momento de su detención tenían 3 y 8 años de edad; y como sucede en la mayoría de los casos, las menores quedaron prácticamente en situación de orfandad, toda vez que a su ingreso y al tomar conocimiento por primera vez de las acciones de su pareja, tomó la decisión de separarse de él. Laura tuvo que confiar en que las personas que se encargarían de sus hijas, lo harían con el mismo cuidado que ella como madre les había proporcionado, entre lágrimas Laura reflexiona sobre ello, y con profunda nostalgia señala que, lamentablemente al día de hoy, sus hijas y ella siguen pagando las consecuencias de haber sido sentenciada injustamente; sus pequeñas se tuvieron que enfrentar a personas que no siempre fueron buenas y quienes las marcaron de forma negativa.
Desde hace 3 años, Laura se encuentra en libertad por un beneficio de pre liberación, y desde entonces ha intentado incasablemente construir una relación con sus hijas, lo cual se ha vuelto difícil; ya que como Laura lo expresa, las niñas no crecieron ni fueron educadas por ella, y aun cuando es su madre, lastimosamente debe aceptar que no es parte de la dinámica de vida de sus hijas, y sabe que será un proceso lento, tanto el conocerse como el reencontrarse como madre e hijas.
Laura fue sentenciada, por un sistema de justicia que la declaró culpable desde el momento de su detención, dejándola sin oportunidad de defenderse, y negándose a revisar las pruebas de inocencia, que señala haber aportado; la justicia para ella hoy es nula e inexistente, aunque señala no haber sufrido violencia dentro del penal, la violencia institucional durante su proceso fue una constante; impartidores de justicia que la trataron como culpable antes de conocer su caso, policías que la torturaron para que emitiera una declaración, y hasta abogados que, aprovechando la situación de vulnerabilidad le arrebataron a su familia mucho dinero.
Como en pocos casos, Laura contó con el respaldo y apoyo de su familia, quienes acudían a la visita semanalmente y le proporcionaban algunos insumos. Aunque al principio se mostraron hostiles porque sabían que la situación que enfrentaba era consecuencia de la relación con su entonces esposo, no dudaron de su inocencia y la apoyaron.
Otro caso es el de Magda de 41 años, quien estuvo privada de la libertad en los penales de Texcoco, Chiconautla y Neza Sur durante 9 años, 6 meses, por el delito de “Robo con Violencia”; cuando se le cuestiona sobre los motivos que la llevaron a prisión señala: “Por seguir a una pareja, por no tener esa… pues no sé, de saber que puedo decidir y de seguirlo para no sentirme sola, más que nada era eso (sic)”.
Magda recuerda que el día de su detención, policías hombres del Estado de México, le realizaron una revisión corporal, en la que llevaron a cabo tocamientos sexuales, y al momento de oponerse a que la tocaran de esa forma comenzaron a golpearla. La familia de Magda era de escasos recursos y, aunque tenían la intención de visitarla, ella prefería que no lo hicieran ya que consideraba: “que si no podía aportar a la economía, no podía quitarles lo poco que tenían”; por lo que durante los 9 años y medio que estuvo en prisión, sólo pudo verlos en 6 ocasiones. Respecto a su pareja sentimental, junto a quien fue detenida, tomó la decisión de terminar la relación estando privada de la libertad, y expresa que estando ahí entendió que: “una persona que te quiere, obviamente no te va a buscar el mal, comencé a valorarme más y decidí quedarme sola”; durante su proceso, sufrió diversas anomalías por parte de los impartidores de justicia, quienes a base de prácticas dilatorias, la sometieron a un proceso tortuoso, largo y sin garantías; la percepción de la justicia que a raíz de eso Magda adquirió, fue que la justicia es para aquellos que tienen dinero, quienes no cuentan con recursos se quedan.
La ONG Equis Justicia para las Mujeres A.C., reveló que la mayoría de las mujeres recluidas en las cárceles de nuestro país, llevaron a cabo sus crímenes motivadas por el amor, en conjunto con otras características, primordialmente: la falta de dinero, la pobreza extrema y las adicciones. De acuerdo con el informe, la mayoría de las presas reportan haber vivido violencia física o sexual de la que muy pocas hablan previo a su ingreso a prisión.
De ahí la importancia de que las mujeres que entran en conflicto con la ley, deban ser juzgadas y atendidas con Perspectiva de Género, esta perspectiva, ayuda a comprender que las diferencias entre hombres y mujeres no sólo son biológicas, sino culturales; así como las distintas dinámicas que existen en las relaciones de hombres con mujeres.
La aplicación de dicha perspectiva, en asuntos como los de Laura y Magda, hubiera obligado al juzgador a analizar no sólo el evento en concreto, sino todo el contexto previo en el que se desarrollaban, y tal vez haber concluido que, derivado de la violencia grave que sufrían con sus parejas, estaban imposibilitadas a haber tomado una decisión diferente, porque existía tal grado de codependencia, que era casi imposible que el sujeto activo, actuara por decisión autónoma y consciente.
Así como tampoco podía haber advertido las actividades de su pareja cuando este estaba fuera del hogar; a la víctima de violencia se le niega la posibilidad de cuestionar al otro, o de ser participe de la vida social de su pareja, creando un clima en el que el agresor aísla y somete a la víctima.
En países como México que tienen un machismo tan arraigado, no es de sorprender que miles de mujeres se encuentren en prisión, todo ello derivado de una cadena de violencia ejercida en el núcleo familiar de la que casi nunca se habla.
Laura y Magda son dos mujeres valientes, que pagaron un precio muy caro por aprender que el “amor” no es lo que nos han vendido y que “hacer cualquier cosa por amor al otro”, nunca será el camino correcto, debemos aprender a construir una narrativa diferente de lo que significa el amor, y como esta falsa apreciación nos ha llevado a través de la historia a sufrir consecuencias gravísimas.
La violencia intrafamiliar es, sin duda, la que más heridas deja en una sociedad, y en la actualidad la más difícil de combatir, ya que seguimos educando niños y niñas con conceptos equivocados de su rol en la sociedad y operadores de justicia sin sensibilidad alguna, carentes de conocimientos en materia de derechos humanos, y dinosaurios de la vieja escuela judicial que se niegan a dejar morir sus malas prácticas
Agradezco a “La Cana” por haberme facilitado llegar a Laura y Magda para conocer sus testimonios, asimismo agradezco a las protagonistas de dichas historias haber aceptado compartirlas.
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