Autora: Paulina Flores.
El 9 de enero de 1908 tuvo lugar en París, Francia el nacimiento de quien, yo considero –y estoy segura que muchas otras mujeres compartirán mi postura– una de las ponentes feministas más importantes tanto de su época como de la nuestra, hablamos de Simone de Beauvoir. Siendo profesora, filosofa y escritora; encontramos en sus palabras el grito de una voz necesaria en la sociedad de los años 30´s y décadas subsecuentes; desde su primera novela publicada, La invitada en 1943, pasando por su mundialmente conocida obra El segundo sexo en 1949 y las sucesoras de la misma, podemos ver claramente su postura crítica al ambiente social burgués, religioso y limitante por ser mujer en el que vivió, acompañada de un pensamiento filosófico existencial y en contra de la derecha parisina de ese entonces, que en conjunto harían un eco entre la sociedad intelectual local de la época, el cual, posteriormente se extendería al resto de la población, tanto de París, como del resto del mundo; este último tuvo como detonante el éxito que se logró con la publicación de El segundo sexo, el cuál es causante, hasta nuestros días, de numerosos debates por las ideas, opiniones y afirmaciones que nos presenta la autora; en particular la frase que encontramos en el capítulo titulado: Infancia, “no se nace mujer, se llega a serlo” y que pertenece al siguiente fragmento del libro en el capítulo ya mencionado:
“No se nace mujer, se llega a serlo. Ningún destino biológico, psíquico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad, la hembra humana; es el conjunto de la civilización el que elabora ese producto intermedio entre el macho y el castrado al que se le califica de femenino…” (de Beauvoir, 2012, p. 109).
Esta frase ha causado revuelo en los últimos años, ya que sacada de contexto y sin conocer la trayectoria de nuestra autora o teniendo una idea por lo menos general de a quién y qué busca el feminismo es de manera continua tergiversada y causante de afirmaciones poco coherentes bajo la situación en la que las mujeres nos vemos sumergidas en nuestro día a día y que distan mucho de la realidad que de Beauvoir nos señala a lo largo del libro y que lamentablemente sigue vigente hasta hoy.
Pero, qué era lo que realmente quería decir Simone de Beauvoir cuando nos dice que llegamos a ser mujeres, es acaso cierta aquella nueva interpretación que ha querido introducirse en el último periodo, en la que cierto grupo intenta convencernos de que al mencionar Simone de Beauvoir que: “no se nace mujer, se llega a serlo”; se refiere a que cualquier persona que así lo considerase puede fácilmente denominarse mujer o terminar por decidir dejar de serlo; definitivamente esa afirmación está muy lejana a la realidad, para comenzar, la situación no es tan sencilla como sentirse o dejar de sentirse una cosa u la otra, esto porque ese sentir carece de toda objetividad y está, en cambio, lleno de una subjetividad impresionante, no podemos medir o estandarizar la realidad física de una persona, de las mujeres, en este caso. No puedo sentirme hoy más mujer que ayer, ni menos mujer que mañana, y sobre todo no podemos entender el ser mujer como la afinidad a los estereotipos asignados a nuestro sexo; ese es justo el camino por el que nos lleva Simone de Beauvoir a través de su libro, esa realidad física y biológica con la que nacemos las mujeres, que va condicionándonos social y culturalmente a lo largo de nuestra existencia y que trae consigo esas múltiples características que son inculcadas de manera tenaz sobre nuestras vidas y aspiraciones; es ese conjunto total de realidades físicas y biológicas, aunadas a nuestra experiencia social y cultural, lo que termina por darnos como mujeres, y claro que Simone de Beauvoir estaba consciente de que esa experiencia social y cultural tan singular que experimentamos las mujeres esta indudablemente ligada al sexo, así nos lo hace ver a lo largo de cada capítulo de El segundo sexo.
Entonces, de dónde viene esa idea tan particular que ha estado ahora tan presente, pues de una serie de conceptos que se han ido creando e implementando políticamente en las últimas décadas y que tienen su raíz en el concepto de género, el cual, fue introducido a razón de nombrar los intereses, emociones, aptitudes y actitudes que socialmente son relacionadas a un sexo determinado, sin embargo, cabe aclarar, que esas características atribuidas no son innatas, sino que son forzosamente introducidas a las personas en su proceso de socialización, por ello, es absurdo que en la última década este concepto sea utilizado de manera arbitraria sustituyendo al sexo; no obstante, en un principio este término fue introducido por el feminismo a manera de reconocer uno de los mecanismos utilizados para relegar a las mujeres a una posición subordinada, pero terminó por convertirse en un enemigo infiltrado que busca redefinir al género como algo innato y por consiguiente tratarse de un sinónimo de sexo, afirmando que quien este inconforme con su género puede pasarse al género contrario y por ende, bajo esa misma lógica, al sexo contrario; sorprendentemente muchas mujeres terminaron por adaptarse a esa postura.
Lo anterior representa un grave riesgo dentro de la lucha feminista y en general dentro de la vida cotidiana de cualquier mujer. Cómo abolir un sistema que nos oprime y violenta cuando no reconocemos al sujeto político de la lucha, las mujeres, ni tampoco reconocemos a quien mantiene el sistema, los hombres, negando que ambos llegaron hasta ahí por sus características sexuales y que por las mismas se lleva a cabo toda la socialización estereotipada.
Así, llegamos al borrado continuo, sistemático y cada vez más veloz de las mujeres, un claro ejemplo lo vemos en los discursos políticos, pasamos de hablar de violencia contra la mujer a “violencia de género” y de reconocer una sociedad misógina y machista a escuchar que la violencia no tiene género, una afirmación carente de sentido cuando tomamos en cuenta que el género por si solo ya es violento.
La violencia sí tiene sexo, es perpetuada por los hombres y siglos de historia así lo señalan, aunque fervientemente quieran evitar que esa verdad resuene, basta ver el más reciente estudio mundial sobre el homicidio de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), publicado en 2019, para saber que cerca del 95% de los homicidas en el mundo son hombres. En el mismo informe se detalla en un capítulo los crímenes contra las mujeres, señalando que, pese a que el 20% del total de víctimas de asesinato son mujeres, de ese 20%, el 60% fue asesinada por hombres allegados a ellas. Ahora, si nos enfocamos en los feminicidios de México, de acuerdo con el informe Mensual sobre Seguridad Pública e Incidencia Delictiva en el país del mes de julio del presente año los feminicidios aumentaron 7.7%, al menos hasta junio de 2020, de esta forma observamos que la violencia si es perpetuada por los hombres y los datos así lo respaldan.
Como vimos a lo largo de este texto, los escritos de Simone de Beauvoir siguen vigentes hasta nuestros días, además, sus ideas siguen siendo objeto de debate, muchas veces debido a la tergiversación de las mismas, esto, aunado al intento que se está haciendo por introducir términos vagos que no tienen por objetivo contribuir, sino más bien desdibujar a la mujer como sujeto político y teñir a las herramientas de opresión contra nosotras como cualidades no solo innatas, sino deseadas por nosotras, hacen de manera voraz el intento por sostener el sistema que por tanto tiempo hemos tenido por objetivo abolir llegando a esta desesperación de convertir la opresión en aliado; y al no ser esto suficiente para hacernos desistir en derrumbar un sistema tan injusto para la mitad de la población global, también se inicia la caza sistemática contra quien se atreve a cuestionar lo que se nos impone, y así hacer desistir a quien quiera osar alzar la voz contra un mundo que pretende tenernos silenciadas y dóciles, sin perturbar los privilegios de quien históricamente se ha dado por superior, los hombres; por ello es de vital importancia que más mujeres se sumen a alzar la voz ante estas situaciones y no olvidar nuestro objetivo, que es el de la liberación de la mujer de todo aquello y aquellos que la violentan y la oprimen; y también recordar que son los hombres quienes velan por el mantenimiento de este sistema tan injusto para todas nosotras, para ello, considero yo, mantener presente otros dos fragmentos menos conocidos, pero no por eso menos importantes, del libro al que tanto hemos citado aquí, El segundo sexo y que mencionan: “A un hombre no se le ocurriría la idea de escribir un libro sobre la singular situación que ocupan los varones en la humanidad” (de Beauvoir, 2012, p.3) esto, debo añadir, ya que los hombres carecen de una singularidad, y el segundo: “...El hombre se presenta a la vez como el positivo y el neutro, hasta el punto de que en francés se dice los hombres para designar a los seres humanos...La mujer aparece como el negativo ya que toda determinación le es imputada como limitación, sin reciprocidad” (de Beauvoir, 2012, p.3).
Comments