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EROTISMO Y PERSUASIÓN: RETRATO DE UNA MUJER EN LLAMAS.

Por: Yéshen Garduño



Crónica, opinión y reflexión sobre cine de autor francés.


Hace tiempo leí que no existe mujer privilegiada en un mundo dominado por varones y tras leer diversos argumentos, llegué a la conclusión de que es cierto.

Navegando por internet me topé con una recomendación de domingo: Retrato de una mujer en llamas, una película dirigida por Céline Sciamma que había sido pieza destacada en el Festival de Cannes el año pasado. Le di play en un sitio de streaming gratuito y no me topé con un largometraje convencional. ¿Te voy a hacer spoliers? Probablemente, pero ésta es una invitación a que la mires con atención, no que la veas, esa es una recomendación que raya en lo irracional; en dado caso, te recomiendo que la analices de los pies a la cabeza. ¿Por qué abrí ésta columna afirmando que no existe una mujer con privilegios? Porque simplemente la opresión patriarcal es general, dogmática y sistemática, en mayor o menos espectro pero es; Sciamma es más que consiente de ello y nos barajea un juego exquisito en su película.

Imagínate que vas a una galería con cientos de piezas a tu alrededor, caminas y te detienes frente a una. ¿Qué tiene de atractivo ésa pieza?, ¿Por qué de pronto te para en seco?, Sciamma propone una estrategia primorosa para narrar su película: el pasado como presente y la nostalgia como eje valorativo de narración. Hasta éste punto estamos conscientes de que hay una relación entre ambas figuras expuestas en los planos escénicos, entre dos mujeres que resaltan en la paleta de colores, pero ¿de qué tipo? Podría ser cualquiera. Sciamma nos va dando pistas conforme el lenguaje de sus personajes. La película es entonces la relación entre la artista y su musa, una costumbre estereotípicamente masculina que nace de la atracción y la sexualización. La película es regente, todas sus integrantes son mujeres y de manera figurativa, están dominadas por un “fantasma”, por algo o alguien que no se aparece tangiblemente en toda la película pero que todas sabemos qué es.

Marianne es el nombre de la artista y como Orfeo a Eurídice alucina con salvar a su amante de la muerte. El giro es radical, no existe ninguna muerte pero si un matrimonio forzado. Hasta los primeros treinta minutos de la película, Marianne no sabe que en lo que realidad quiere es salvar a Héloïse de un futuro incierto y dominante; durante toda la primera parte, Marianne es una empleada más de su ama, una señora bien parecida, adinerada y que está dispuesta a pagarle bien por el retrato de bodas de su hija. Para la señora, ésta es una experiencia singular pero repetitiva al mismo tiempo: si bien ya no es la modelo del retrato, es la madre quien cede la mano de su hija a un hombre siciliano que apenas y conoce. El reto es simple pero no por ello más rápido: Marianne debe pintar el retrato sin que Héloïse se dé cuenta.

Marianne toma la batuta, sale por las tardes a pasear por la playa con Héloïse y se disfraza de dama de compañía para acercarse a ella y observarla. Durante toda la película la nostalgia se acompaña del erotismo y la tensión. Es muy difícil saber cuándo pasará qué o dónde acontecerá y eso es precisamente lo atractivo de la trama: lo impredecible que podemos ser las mujeres.

El tiempo pasa y Marianne saca con mucha penuria un retrato del que ella misma queda silenciosamente inconforme, finalmente se presenta con Héloïse como la artista a la que contrataron y revela su trabajo a la musa, quien en un arranque inesperado, rehúsa toda forma de halago y reclama a Marianne el haber sido pintada a la fuerza. En éste punto de la película la tensión se quiebra y la confrontación comienza en todo sentido. Todo en la vida de Héloïse parece ser forzado: su matrimonio, sus responsabilidades como mujer, esposa e hija, y ahora, su sonrisa burlona en un retrato que prácticamente la pone a la venta y que por supuesto no solicitó. Marianne no propone empatía, se empapela en su nombre de artista y parece ofenderse. En lo personal, como artista rara vez eres lo suficientemente valiente para confrontar la crítica, sin embargo Marianne ignoró el meollo del asunto: si Héloïse va a ser pintada, será pintada en ojos y percepción de la artista, más no de la forma canónicamente correcta.

Tras una escena en donde una llama candente incendia un viejo retrato de Héloïse desde el pecho y otra donde un bosquejo simple se convierte en la pieza clave de su conexión entre amantes, la directora permite a su público interpretar el erotismo entre mujeres de una manera excepcional y simbólica. Héloïse y Marianne viven un amorío de cinco días atrapadas en una casa de campo con su ayudanta Sofía, quien juega un papel importante para diferenciar los entornos y su relación con los personajes. Sofía parece mantenerse al margen, probablemente se dio cuenta de todo pero decidió callar y contemplar un amorío incandescente que a ella también le hubiera gustado tener. El verdadero papel de la ayudanta es la empatía y la sororidad. En esta pequeña burbuja habitada por mujeres, presenciamos diversos retos que aún siglos después las mujeres seguimos afrontando. Sofía se practica un legrado clandestino en el cuarto oscuro de una partera y con el apoyo de las otras dos. Marianne y Héloïse deciden inmortalizar el momento con una pintura.

Sciamma decide mostrarnos confrontaciones sistemáticas todo el tiempo: la oposición al matrimonio, el aborto, las relaciones homosexuales, el consumo de placebos, la inserción de las mujeres a ciertas profesiones masculinas, la heterosexualidad obligatorias y los cancerígenos roles de género perpetuados por una sociedad misógina (iba a escribir religiosa, pero considero que queda implícito). En suma, ésta película nos demuestra que la sororidad y la conexión entre mujeres es algo involuntario y que un trío de mujeres en el siglo XVIII decidieron abanderarse inconscientemente de los estandartes actuales del feminismo. Nuestro movimiento es algo a consecuencia de la opresión, pero durante muchos siglos no necesitamos pañoletas ni banderines para decirnos feministas, ya lo éramos de manera innata.

Nadie nos enseñó a ser feministas, nos hicimos con nuestra propia historia.



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