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Unorthodox: ser mujer en el siglo XXI es esperanzador

Unorthodox: lo esperanzador es ser mujer


Para leer ejemplar completo: https://issuu.com/home/published/las_libres_no_2

Por: Andrea Brauer


Unorthodox es una serie germana y estadounidense, producida por Netflix y estrenada en 2020. Es una adaptación libre del texto autobiográfico unorthodox: the scandalous rejection of my hasidic roots que lanzara en el 2012 Deborah Feldman.

Está producción para streaming, nos da un esbozo del ultra conservadurismo judío (específicamente de la comunidad Satmar en Nueva York), al mismo tiempo, que nos relata la búsqueda de identidad y de libertad de la protagonista, Esty (Shira haas).

Según los psicoanalistas, todos somos consecuencia de nuestro contexto, por lo que, si queremos saber quiénes somos, primero tenemos que indagar, quiénes nos rodean, quiénes nos criaron (no sólo nuestros padres, sino todo aquel que ha formado parte de nuestro mundo material). Para entender el viaje de Esty (geográfico e introspectivo) primero hay que saber de dónde viene.

El judaísmo, es una de las religiones abrahámicas que, junto con el cristianismo y el islam, reconocen a Abraham como el padre de la fe. De acuerdo con las escrituras sagradas, Abraham, fue uno de los hijos más ejemplares de Dios, y como recompensa por su amor y obediencia la divinidad le prometió un heredero, lo que, biológicamente, era imposible, pues su esposa Sara era muy vieja para procrear. Pero Abraham, sabiendo que su primogénito era una promesa celestial, decidió tener descendencia con su esclava Agar, naciendo así el primer hijo del patriarca: Ismael. Al tiempo, nace su segundo hijo Isaac fruto de su matrimonio con Sara. En este punto, la promesa de un divino heredero se vuelve confusa, pues aunque Ismael era el primogénito, Isaac era producto del sagrado matrimonio entre Abraham y Sara.

El desenlace de este relato se centra en el sacrificio y la lucha interna del patriarca al verse obligado a elegir entre los portadores de su sangre, contribuyendo a los relatos sagrados (de cualquier religión) que enaltecen y ensalzan la honorabilidad del hombre.

Y si te estas preguntando qué tiene que ver la historia de Abraham (y de todos los patriarcas en las religiones monoteístas) con la historia de Esty, una mujer americana del siglo XXI. La respuesta se encuentra en la representación de las mujeres en estos textos milenarios, pues son ellas quienes instigan el sacrificio y el dolor masculino. La mayoría de los relatos teológicos señalan a la mujer como un ente hacedor de caos, y la trama de Abraham no es la excepción, pues, de acuerdo a lo narrado, la decisión de Abraham es consecuencia de la presión que ejercen en él las madres de sus hijos, ellas lo obligan a elegir en un acto de vil egoísmo.

El discurso de este sagrado relato se instauraría en el inconsciente colectivo por siglos, y es que la figura de Abraham se convirtió en la máxima para la conducta del hombre monoteísta, lo que este texto le dice a los hombres es que no importa lo que hagan, la culpa nunca va a ser suya, les dice que las decisiones no conllevan ningún tipo de responsabilidad pues, aunque la decisión sea de ellos, si se equivocan, la culpa es de alguien más. Mientras que la moraleja para las mujeres es otra, a nosotras, este tipo de relatos lo que nos señalan, es que no somos de fiar, que si un hombre se equivoca la culpa es nuestra, que si un hombre muestra conductas que no son respetables ni sagradas, la culpa es nuestra, que si un hombre no usa su libre albedrío para bien, la culpa es nuestra. Y es aquí, en pleno siglo XXI, en el corazón del primer mundo (EUA) donde encontramos a Esty, una mujer que sigue pagando el precio por la pobre narración de los relatos de las religiones abrahámicas.

Unorthodox nos muestra quién es, quién busca ser y quién fue Esty, a lo largo de los 4 capítulos que forman la primera temporada de la serie. Mediante flash backs el espectador se adentra en la comunidad jasídica de Williamsburg (Nueva York), el punto de partida de nuestra protagonista.

Para los que no estamos familiarizados con las tradiciones ortodoxas del judaísmo, el boceto que hace la serie es encantador, la vestimenta, las costumbres, las celebraciones, todo aquello que no reconocemos nos llena de una cándida curiosidad. Desgraciadamente, las semejanzas que encontramos en esos andares, aparentemente, tan opuestos a los nuestros, asfixian, rápidamente, el embeleso de nuestro primer acercamiento a aquella realidad que pensábamos tan ajena.

La dinastía jasídica de Satmar es originaria de Rumania, y sus comunidades alrededor del mundo son descendientes directos de esta dinastía, en un ambiente cerrado, es decir, que instauran sus propias normas sin importar los usos y costumbres de la sociedad (o el país) donde radican, lo que en muchas ocasiones acentúa los contrastes, como en la comunidad de Williamsburg, Brooklyn, donde la globalización ha desembocado en una diversidad ideológica que sirve de contrapunto para cuando el espectador, se adentra en la realidad de Esty, pues la idea de una mujer con una vida como la de ella, en una ciudad como Nueva York, no sólo asombra, sino que entristece.

El comienzo de la serie nos muestra una existencia segregada, es natural para el ser humano temerle a lo desconocido, pero en el caso de nuestra protagonista, la vida fuera de su comunidad no sólo es desconocida, sino que es malsana, pues, el adoctrinamiento de las comunidades cerradas, a menudo, buscan desacreditar lo que no es suyo, lo que no reconocen, lo que construyó alguien más, es por esto que muchas veces este tipo de comunidades tiene un profeta, alguien que se jacte de poseer la verdad absoluta, para así darle una cualidad de falso a lo que está afuera y dibujar lo diferente como un espejismo que busca encandilarte para que lo pierdas todo. Si bien las comunidades y las familias son parte de nuestra identidad, en ambientes cerrados se vuelven el único elemento de la identidad, cancelando al individuo, quien termina viviendo, inertemente, bajo cada una de las normas comunes y en el caso de las mujeres de tradición monoteísta estas normas están destinadas a sobajarnos con la excusa de que hemos sido villanas desde tiempos Abrahámicos, así, el inconsciente colectivo no sólo busca castigarnos por nuestra maquiavélica existencia, también quiere asegurarse de que nuestras fechorías no se repitan, vigilando y monitoreando cada elemento de nuestro vivir, incluyendo los aspectos intrapersonales, no basta con decirnos, como comportarnos, como vestirnos, como expresarnos, también tienen que colonizar nuestros pensamientos, emociones y sentimientos.

Es por esto que el rompimiento de Esty con los primeros 19 años de su vida es tan significativo, pues no sólo señala su atrevimiento por conocer lo que no debía, sino que su búsqueda de felicidad y de sanidad mental, nos muestra un espíritu que no se apagó por completo, a pesar de los esfuerzos de la comunidad de silenciar todo canto que no va al unísono, Esty reventó su mundo por el derecho de cantar su inigualable melodía.

Quizá esta mujer de figura petiza que se imagina frágil, es el claro ejemplo de lo que trato de describir Viktor Frankl (1905) a lo largo de toda su obra. Este filósofo y psiquiatra austriaco, sobrevivió a varios campos de concentración nazis, y pasó el resto de su vida preguntándose por qué, qué hizo que no se aventara a la cerca eléctrica terminando él mismo con su vida, qué paso dentro de él que lo obligó a seguir viviendo. Este autor creó una teoría entera basándose en la esperanza, eso es lo que le salvo la vida, Frankl decidió seguir viviendo en la espera de tiempos mejores, juntando fuerzas para cuando pudiera volver a ser feliz.

La historia de Esty, es la historia de la flor que crece en el desierto, del pez que nada a contra corriente, es la historia que se suponía, no sería contada, pues, cuando el sistema está condicionado a hacerte fallar, sólo los grandes de espíritu salen a flote, y la historia de la humanidad siempre ha estado predispuesta para que ganen los hombres y para antagonizar a las mujeres, en un mundo patriarcal, lo esperanzador es ser mujer y quererte mujer.

Unorthodox, no nos habla de lo ventajoso que es ser hombre (que ya lo sabemos) nos habla de lo poderoso que es ser mujer, pues si tomamos la lucha feminista no sólo para posicionarnos en un mundo que nos considera ajenas, sino para descubrirnos en nuestro mundo interno, los encuentros con nosotras mismas se tornaran en bocanadas de aire que nos devolverán la esperanza en cada respiro que demos


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